Después de tanto tiempo todavía no entiendo por qué a nadie se le ha ocurrido escribir una entrada sobre Michael Jackson en este celebérrimo blog. El origen de este pensamiento surgió en un viaje en coche (¡sí, tengo coche, y no, no es un Ferrari!). Conduciendo por las plácidas carreteras levantinas y acompañado por humanos de mi misma edad se me ocurrió cambiar de emisora y buscar otra que fuera algo más entretenida, ya que a veces Radio 3 se hace un poco pesada con tanta modernez.
Dándole a la ruedecita de la frecuencia de repente salto una canción de Jackson: Man in the mirror. Decidí dejarla puesta y mis acompañantes humanos comenzaron a hacer reflexiones del tipo "ya no se hace música como esta".
Además del cubo de años que te echas de encima, inevitablemente comencé a apreciar la música comercial como una evolución en la que el punto en el que nos encontramos ahora ya no merece la pena, y continué mis pensamientos hacía la cantidad de emisoras tipo nostalgia (¡Hasta los 40!) habían emergido en los últimos tiempos. Es un síntoma.
Pero volviendo a Jackson... y ya con cierta perspectiva... creo que representaba bien la complejidad del artista que tiene que volar solo en un mundo cada vez más expuesto. Sus luchas personales, su universo vital, y sobre todo la forma en que supo rodearse de toda una simbología (trajes, tics, complementos, bailes, manías...) unido a una voz inconfundible, y a un olfato comercial y a unos primeros pasos muy bien producidos, le pusieron (se puso) en el centro del huracán.
Es llamativa la querencia que supo poner en la reivindicación. Si uno mira las letras, no eran mensajes fáciles en muchos casos. Era pop, pero con cierto fondo transgresor en ocasiones. Son canciones que hoy no escucharíamos en emisoras generalistas, que habitualmente no quieren problemas.
Hay analistas que dicen que el personaje se acabó tragando al artista, como cuando se casó con la Presley. Entiendo que en el Star System uno tiene que hacer concesiones constantes para no dejar de aparece (que se lo digan a Lady Gaga) en los medios. Estar o morir. Y a cualquier precio. Lo propio de la vida del artista tal como lo dejó reflejado Loquillo en su Rock and Roll Star, pero sumado a una identidad confusa.
Sus trabajos al final tendieron a ser barrocos y a perder el toque y frescura. Murió encerrado, dicen, en su propia torre de marfil, prisionero de su propia fama, de las pastillas, y de la falta de comprensión hacia sus excentricidades. Pero también cayó con las botas puestas, preparando un gigantesco tour que le sirviera para su renacimiento.
De lo esperpéntico de su funeral prefiero no hacer mención.
Finalizando esta entrada pienso... también podíamos estar hablando de Prince.