viernes, 31 de diciembre de 2010

2010

Adiós año 2010.

sábado, 25 de diciembre de 2010

FELIZ DÍA DE NAVIDAD

En nombre de mis compañeros de blog y el mío propio, deseo a los cuatro amigos que nos leéis que paseis un buen día. Y por si contribuye en algo os dejo este bonito cuento de navidad de Paul Auster filmado por Wayne Wang en la inlovidadble Smoke:

miércoles, 22 de diciembre de 2010

EL FARY SE ME HA APERECIDO EN SUEÑOS Y ME HA DICHO:



"El hombre nunca debe de blandear... [...] Al hombre blandengue yo le detesto: ese hombre con la bolsa de la compra y el carrito del niño... me parece bien" (¿?).

Palabra de Fary, bendito sea el Fary. Incluso en sus incoherencias se encierra el misterio que siempre llevan consigo las grandes verdades. Fundemos sin tardar, hermanos, la iglesia del Fary. Amén.

martes, 21 de diciembre de 2010

lunes, 20 de diciembre de 2010

HUMOR DE MIERDA 2 (FERNANDO ESTESO)

Su compañero Pajares tuvo mas suerte que él, disfrutó de una segunda oportunidad fuera de la pareja cómica que le dió algo de vidilla más allá de los ochenta, y que le permitió llegar tambaleante hasta los noventa en un calvario mediático que, la verdad, más le hubiera valido ahorrarse. Pero él no, Fernando Esteso se quedó en la Ramona y en las pelis baratas de destape burdo y humor de trazo grueso, pero muy grueso... películas de guiones escritos con el culo que repartían tetas y chistes malos, sin ton ni son, a partes iguales.

Un icono de la auténtica caspa ibérica, cerril, bajuna, cutre... Un cómico escapado al mundo del cine de las "revistas" de los años de la transición, el hábitat que le hubiera sido natural, dirigidas a viejos verdes huídos a la capital a pillar cachaza y a desternillarse a golpe de chistes de mariquitas, tartamudos y (curiosamente) paletos que, acabado aquel tiempo, desapareció con él. Por cierto que ese es un genero que, transformado en Noches de Fiesta o en "espectáculos de humor" ha pervivido hasta hoy y que nutrirá abundantemente esta sección, ya lo verán.

Pero todo a su tiempo, hoy nos dedicamos a Fernando Esteso que gracias a Dios está desde hace muchos años en el olvido, y allí está bien (él descansa y nosotros también, que diría el otro).

Ahí va eso:

viernes, 17 de diciembre de 2010

RETROSPECTER

Para compensar un poco el mal sabor de boca
del experimento de Chirly del otro día, poniendo
un vídeo del nefasto Eloy este, ha venido a mi memoria
un video cortito con el que me he reventado a reir muchas veces.

Para los que no lo conozcais, este vídeo exige saber algo antes de
un programa que ha pasado por varios sitios, aunque el modus
operandi es siempre el mismo.

En Paramount Comedy se conocía como La hora Chanante. Después pasó
a la cadena de los culturetas, esa que nadie ve pero que si eres un gafapasta
con acné rebelde y pinta de Florinda Chico recién salida de un horno de
telepizza, pues se te llena la boca diciendo que si la ves, aunque sea mentira.
Vamos, que se fueron a la 2, y se llamó Muchachada Nui.

De ahí pasaron a Antena 3, lamentable cadena, sobre todo en sus noticiarios, donde uno no sabe si ve una mezcla de El caso, Playboy, el inspector gadget haciendo el payaso o un concurso de anuncios (hasta 5 anuncios conté yo el otro día, en 40 minutos de telechorradas). La ventaja es que esta en una de sus filiales, el a3 neox, que básicamente se dedica a repetir series viejas, vídeos de primera y las mismas películas del canal normal unas veinte o treinta veces más. En esa cadena ahora se llama Museo Coconut.

Para los amantes del humor absurdo e ingenioso, es magistral. Una de sus secciones favoritas (y la mía también) se llamaba Retrospecter, que viene a ser pillar trozos de películas antiguas y doblarlas como les sale los cojones. Las risas están aseguradas.

Para muestra, un botón. Lo califican como lo Mejor de Retrospecter.

En próximas ediciones más perlitas de estos muchachos.

A disfrutar.

jueves, 16 de diciembre de 2010

TORTILLACA

Algo se cuece en el Pasaje de Gutiérrez de Valaldolid. Un lugar único en esta ciudad devastada por la especulación inmobiliaria en los años 60 y 70, que llevó a derruir palacios renacentistas y edificios singulares en todo el casco antiguo para, en su lugar, levantar horrorosos edificios de monstruosas dimensiones. Ejemplos de esto se pueden encontrar en casi todas las calles del centro ya que lo difícil es encontrar una sola que haya llegado sana hasta nuestros días.

Pero no es de eso de lo que quiero hablar, que me pierdo. Decía que algo se cuece en el Pasaje a parte de las fotos del Teutates, y el merodeo de algunos de nuestros vecinos de blog. Hoy toca hablar de los catorce huevos y los cinco kilos de patatas que se cuecen a fuego lento en la cocina del Pigiama a eso de las once. El Pigiama, junto con la Negra Flor y la Tertulia (y el que está en frente del Pigiama que nunca me acuerdo de como se llama) son el núcleo duro de una serie de establecimientos que duran y perduran en el Pasaje, cosa que no consiguen el resto de comercios que, por alguna razón que se me escapa, les cuesta pervivir. Espero, por cierto, que esos muchachotes de las fotos que se han puesto recientemente rompan ése maleficio y disfruten de largos años de próspero negocio en el centro del pasaje.

Pero sigamos con la tortilla en cuestión, que como mínimo se levanta siete centímetros de la barra de Paco, y que sirve para ofrecer a quien las pida, unas raciones que fácilmente contengan, cada una, un par de huevos y alguna que otra patata, y que junto con el trozo de buen pan que la acompaña despiertan a cualquier muerto a esas horas de la mañana. El Pigiama, como los demás bares del Pasaje no son bares de tapas ni pinchos, por eso la tortilla es una rara avis en esas latitudes. Éstos bares son más de café o de "digestivo" (copazo, vamos) tranquilo para la sobremesa de la comida o la cena. Un lugar ideal para reunirse y tener una larga tertulia o una conversación serena con un amigo o novia, que pueda extenderse largas horas sin llegar a sentirse nunca incómodo ni por la música, ni la decoración, ni la gente que los frecuenta. ¡Anda que no hicimos horas de vuelo mi mujer y yo cuando éramos novios en todos estos bares! (menos en el que no recuerdo su nombre, que ni siquiera existía).

Bueno, pues eso, que quien lea esto y venga a Valladolid no se pierda uno de los pocos rincones de la ciudad con verdadero encanto, y si además se pasa cerca del Pasaje a esas horas de la mañana, no se le ocurra desaprovechar la oportunidad de probar una tortillaca digna de un monumento que algún día substituirá al Mercurio ése que no pinta nada allí.



De la de la foto tuvimos conocimiento carnal el Sr. Rocco y yo. ¡sos morís de envidia!

martes, 14 de diciembre de 2010

HUMOR DE MIERDA 1 (ELOY ARENAS)

Hay algunos humoristas que en la humilde opinión de un servidor nunca tuvieron ni puta la gracia. Como son un puñao la cosa da para una serie, sección, etiqueta: llámese como se quiera.

La cosa tiene un punto cafre, canalla, casposo, incluso de vergüenza ajena y propia, ya verán. Lo de la propia es porque al ver alguno de éstos personajillos quizá el lector se reconozca a sí mísmo en su mocedad riéndose a pierna suelta con ellos o trasladando a su vida diaria sus coletillas tipo "¡22, 22, 22!", o "¡ah... se siente...!"

Y no digo más: ahi va el primero:

jueves, 9 de diciembre de 2010

REVÉS


El hombre de negro huía a través del desierto, y el pistolero iba en pos de él…

Así he estado yo varias semanas, persiguiendo un destino escurridizo. Así perseguía yo un destino soñado, un hueco anhelado.

Así esperaba yo cumplir un poco mis expectativas y mejorar laboralmente.

Pues a tomar por culo el hombre de negro. Como si de una mala y barata furcia se tratara, ha preferido irse en brazos de otro. Y yo me quedo solo, en medio del desierto, buscando un oasis donde reponerme y continuar.

A tomar vientos todo.


Pero pronto volveré a perseguir a otro hijoputa por el desierto…

viernes, 3 de diciembre de 2010

BUEN OJO. FINAL.


Escribo esto desde la cárcel. Ahora sabréis por qué.
Días después, tras haber estado varias veces en dicha cafetería, no volví a ver a la amazona de mis sueños, y estaba desolado.

Deambulando por las calles después de haber comprado unos churros para desayunar en mi casa me pareció ver su melena cerca de un coche, abriendo la puerta.
Mi corazón galopó nervioso, desbocado, mientras me acercaba corriendo a su coche. Ella estaba ya entrando en él, poniéndose el cinturón y arrancando.
Al ver a un tipo con unos churros en la mano corriendo hacia su coche arrancó, y yo forcé un poco más, hasta casi tocar la parte trasera de su coche. Corrí un ratito, unos metros, hasta que un perro se cruzó frente a ella y frenó. En seco.
En ese momento, asustado por el chirrido de los frenos, tropecé, lanzando los churros contra su cristal trasero y estampándome contra el coche, yendo de morros contra sus luces.
Al oír el golpetazo ella salió del coche, y me vio arrodillado, con varios dientes en la mano, e intentando balbucear algo con la nariz torcida en un extraño ángulo, y la boca llena de sangre.

Me reconoció, creo que a su pesar, y me metió en el coche para acercarme a un hospital, pese a mis inconexas y poco entendibles protestas. Al poco llegamos a un hospital y bajamos del coche, que yo había dejado totalmente perdido. En urgencias me metieron en un box rápidamente, mientras ella rellenaba el formulario. Yo intentaba decirla que la pagaría la limpieza del coche, pero ella no me hacía caso. Terminó de rellenarlo, puso sonrisa de circunstancias, me dio unos toquecitos en el brazo y salió.
Varios meses después, cuando la hinchazón de mi cara ya no me hacía parecer un monstruo, decidí ir a terapia. Pasé de un terapeuta narcisista a un hipnoterapeuta que usaba mis sesiones para escribir un libro, un bombazo, decía.
De ahí pase a una sexóloga deprimida que me animó a lanzarme al ruedo sin complejos, imagino que con ganas de que hiciera el ridículo de nuevo y se lo contara.

Después de apuntarme a varias webs de amistad y de estar una asociación de solteros, decidí volver a mi vida normal y dejarme de esas tonterías. Igual influyó el hecho de que me expulsaran de la asociación cuando, en medio de una fiesta, tropecé y le pisé el vestido a una soltera, dejando al aire sus partes pudendas y recibiendo un tortazo sonoro en mi maltrecha cara.
Volviendo a casa un día lluvioso intenté cruzar por un paso de cebra de una calle, en medio de un fenomenal atasco. Todos los carriles estaban colapsados, decenas de coches avanzaban en primera y se detenían, y tocaban el claxon impacientes. En medio del cruce, una pareja de policías locales hacían lo que podían. Intenté cruzar a su lado cuando, oh albricias, uno de los agentes era mi musa, casi olvidada. Del respingo mandé a tomar vientos el paraguas, yendo a caer sobre un coche. El conductor salió como un energúmeno, gritando y haciendo aspavientos. Yo, mientras, me empapaba, feliz ante la visión de la dulce beldad.
Cuando el conductor se calmó la agente reparó en mí. Puso cara de sorpresa, y me indicó que me fuera, que estaba trabajando y era peligroso. Yo la dije que enseguida me iba, que quería darle mi número de teléfono y disculparme con ella, pero insistió en que me fuera. Saqué una tarjeta personal y se la fui a dar, pero ella estaba ocupada. En una mano tenía uno de esos pirulos luminosos para dirigir el tráfico, y en otra el silbato. Así que me decidí a meterle la tarjeta en uno de los bolsillos de su cazadora, los delanteros, donde llevaba los bolígrafos. Pero resbalé y me apoyé. En ella. En concreto, en sus pechos.
Ella respingó, se puso hecha una furia e intentó quitarme de encima. En ese momento volví a tropezar y caí de rodillas ante ella, moviendo las manos para agarrarme a algo. Y me cogí a su cintura, en concreto, a las cachas de plástico de su revólver, que se movió de la funda.
Su compañero pensó que la estaba agrediendo e intentando quitarle el arma, así que sacó la porra y me sacudió, partiéndome el brazo por el codo, mientras después me dejaba la espalda hecha polvo.


Y ahora comparto celda con varios yonkis, un estafador medio tarado y alguna que otra prostituta enferma.
Tengo el brazo mal vendado, que me duele horrores.
Han presentado cargos por agresión física a un agente, además de intento de agresión sexual y por alterar el orden público.
Encima la policía de mis sueños es lesbiana, y la abogada de oficio que me han asignado dicen que también. Y se conocen.

PD. Mierda, encima la juez que verá mi caso odia las agresiones sexuales, y más si son a supuestos colectivos en minoría o propensos a vejaciones.
Creo que tardaré en salir de aquí…

jueves, 2 de diciembre de 2010

BUEN OJO (I)



Yo tomaba café y pensaba en vaca, que si esto, que si lo otro, lo de más allá…
Y de pronto entró ella. La mujer de mi vida. Guapa, un tipazo de quitar el hipo, una melena pelirroja hasta media espalda que hizo que despertara y avivara un gran sentimiento hacia ella…
Se sentó, sola, con un café. Hojeaba el periódico. De tanto en tanto miraba a la ventana, y a su móvil. Nada cambiaba, y a la vez todo cambió.
Empecé a pensar cómo conocerla, con las frases típicas de: …tu cara me suena…, …creo que estudiamos juntos…, …¿no nos conocemos?..., …me recuerdas a alguien de mi infancia…
Conseguí armarme de valor, acerqué mi taza vacía a la barra, pedí un batido y fui para allá.
Esbocé mi irresistible sonrisa Profident y me acerqué, triunfante. Ella me vio, sonrió por cortesía y pronto trocó su sonrisa en una cara de espanto y repugnancia. Eso me puso nervioso. Minó mi autoestima. Me alteró y tropecé, justo frente a ella, vertiendo todo el batido por su cabeza y rompiendo el vaso en su frente.
Bien, me dije, buen comienzo.
La chica me miraba perpleja, sin saber qué hacer ni decir, mientras churretones de sangre rodeaban sus preciosos ojos y caían por sus mejillas, antes sonrosadas y perladas de pecas, ahora cubiertas de batido y sangre.
Salí del paso como pude y, tras vencer su resistencia inicial, aceptó que la acompañara a casa a por ropa limpia y a que se aseara, y después a una tintorería para arreglar el estropicio. Naturalmente pagaría yo. Aún barajaba la idea de que aceptara mi invitación a cenar.
Ya en su casa me dijo que esperara en el salón mientras ella se cambiaba. De pronto tuve ganas de orinar y, sin saber, pensé que el baño sería la puerta del final a la derecha.
Pues no era, no.
Era su habitación, y cuando abrí la puerta ella estaba junto a la cama, totalmente desnuda, hablando por teléfono.
Bien, me dije, vas mejorando.
Absolutamente granate me di la vuelta a la velocidad del rayo, mientras ella chillaba, a la vez que, al cerrar la puerta, daba un patadón enorme a un jarrón grueso que tenía en el suelo. Jarrón a tomar vientos, en una miríada de trocitos.
Salió envuelta en una toalla, calmándome mientras veía el estropicio jarronil. Me indicó el baño y volvió a su cuarto.
Una vez frente al espejo me calmé, y observé, horrorizado, porqué su cara en la cafetería había mostrado asco. Tenía, enganchado en varios dientes, pellejo de la morcilla que me apechugue en el almuerzo.
Bien, me dije, perfecto.
Al intentar quitarla, forcejeando, solté un manotazo y sacudí un paquete de tampax que tenía en la repisita del espejo. Tampax que volaron a la taza del váter que, para que fuera todo redondo, estaba abierta.
Splosshh.
Me arrojé feroz sobre el váter para recoger lo que pudiera, arrodillado, con las manos hasta los codos en la taza y la frente apoyada en la tapa.
De pronto, atraída por el ruido, abrió la puerta del baño, y me encontró en esa posición, acodado en la taza, con varios tampax en cada mano, chorreantes, y alguno más en el bolsillo de la camisa y entre los dientes.
Sorprendida, cerró la puerta. Sin decir nada.
Bien, me dije, cojonudo. Vas de puta madre, tío.

Salí del baño, azorado. Me esperaba en el salón, mirando al suelo. Bajamos hasta el coche.
Fuimos hasta la lavandería sin decir palabra, y yo sin moverme ni mirar a ninguna parte.
Al llegar al destino, la puerta de la lavandería, me apeé del coche y esperé en la acera. Ella, desde el coche aún, me miró y arrancó desesperada, acelerando bruscamente y haciendo chirriar las ruedas.
Y yo, mientras, esperando en la acera.