Tenía un día tranquilo, ... hasta que ... atrajo mi atención un
encuentro digital con Pilar Urbano.
La Urbano es uno de los fenómenos planetarios más extravagantes,
una conjunción de contradicciones mal enhebradas y peor resueltas, que hayan pasado por el orbe periodístico.
Famosa por sus columnas en el semanario Época, y por su desenvoltura en la entrevista, en el tú a tú, arrancando del entrevistado lo que éste no quería decir,
poco a poco fue dando saltos inmortales, yendo un poquito más allá de la realidad, de los hechos, de los acontecimientos.
"Dime como titulas y te diré como eres", y de aquí obtenemos rótulos tan fenomenales como "El hombre de Villa Tévere", "Jefe Atta / El secreto de la Casa Blanca", "El hombre que veía amanecer", "La Reina de cerca", "El precio del Trono", "Yo entré en el CESID"...
Denominaciones épicas, donde lo fundamental parece siempre que es ella la que te lo cuenta, y la manera en que presenta lo que dice, más que el contenido. En este sentido en los libros hace una labor más de "productora" que de "escritora".
Pero lo más
extravajante de su percha se encuentra
en sus apuestas ideológicas personales. La
manera en que defiende al Señor Garçón, siendo capaz para ello de poner en tela de juicio a todo poder judicial, el sistema de garantías, el Estado de Derecho, obviando por convicción o desidia elementos esenciales,
elementos que no encajan en su retrato al fresco que veía amanecer.Si nos fijamos en su
faceta de comerciante de verdades y opiniones, la señora Urbano goza de la comodidad de presentarse en la tarjeta de visita como alguien ideológicamente de izquierdas (muy seria), siendo éste también el escaparate de su tenderete intelectual; mientras, en las estanterías y el mostrador, ofrece productos (muy serios) sobre instituciones del Estado, de la Iglesia, o de la Monarquía; y no podemos pasar por alto lo que se sabe que "esconde" en la trastienda... No toda la gente de izquierdas tiene a su disposición una casa de retiros para producir libros.
Este es un cubo de Rubik en el que no todas las caras se pueden dar a la vez... a no ser que sea una mera pose o no se tracienda el sentido o a la semántica de las palabras, momento en el que se perciben finalmente las contradicciones.