El salón estaba en penumbra. Figuritas de cerámica, algunas medio rotas o mal pegadas, yacían por la mesa mal dispuesta. Papeles y recortes de prensa se amontonaban junto a lápices y bolígrafos a medio gastar.
Las llamas de la chimenea provocaban temblorosas sombras en las paredes. Un mar ambarino refulgía en la copa que sujetaba en las manos. Estaba dormido. El libro, antes apoyado en las piernas, ahora estaba en el suelo, mostrando la cara sonriente del autor en la contraportada, en una de esas fotos de las que luego se arrepienten todos de haberlas hecho.
La casa, de dos plantas, estaba sumergida en sombras. Silencio absoluto, roto por algún que otro petardeo de la chimenea, y por sus ronquidos.
En la urbanización, era el único chalet habitado en varias manzanas. El invierno, frío y desapacible, invitaba poco a habitar esas casas, destinadas y diseñadas para el uso veraniego.
Sonó el móvil. El hombre se sobresaltó y derramó la copa de brandy por la pierna y la alfombra. Del impulso, colgó la llamada, mientras se miraba la pernera mojada y mascullaba:
- Pero qué mierda es esta…
Vio que no conocía el teléfono que le había despertado. Dejó el móvil en la mesita, y removió un poco la chimenea. Se desperezó, mientras cogía un par de troncos y los echaba dentro.
El móvil volvió a sonar. No conocía el número, y su agenda estaba vacía. No tenía ningún teléfono registrado.
- ¿Digame?
- Señor López?
- Si, ¿quien llama?
- ¿Alexei? ¿Eres tú?
- Si. ¿Dimitri?
- Si. Válgame el cielo, Alexei. Me ha costado mucho dar contigo.
- Dimitri!, hace tiempo que no sabía nada de ti.
- Si, Alexei. Hace tiempo que no quieres saber nada.
- Entiende que, con lo que ocurrió, pues…
- Si. Tranquilo. Oye, vente a Madrid este sábado y comamos juntos. Tengo ganas de verte.
- ¿El sábado? ¿mañana? No sé si podré.
- Vamos, Inspector. No puedes faltar.
- Sub-inspector. No lo olvides, viejo amigo.
- Venga. Te espero donde siempre.
- ¿De la Riva?
- Si. A las dos. No te preocupes, dormirás en mi casa.
- No, iré a un hotel, gracias. Además creo que iré hoy, si puedo.
- Bien. Si necesitas algo, llámame.
- Gracias.
Mientras hablaba, había salido al pasillo y paseado por él, mirando todo y a la vez sin darse cuenta de nada. Mirada perdida, sin fijarla en ningún sitio, hasta que descubrió el enorme espejo encima del aparador. La sábana que lo cubría se había desplazado un poco, y mostraba una esquina y casi todo un lateral. Rápidamente lo cubrió de nuevo.
Entró en su habitación y preparó una maleta pequeña. Dos trajes, muda, varias camisas y el pijama. Bolsa de aseo con todo lo necesario. De su mesita de noche sacó su arma, una Walther PP del 9 corto. La sopesó, y la guardó de nuevo. Se dirigió al armario, abrió el altillo y extrajo de él una caja de madera con incrustaciones de nácar. Dentro de ella, su revólver, regalo especial de Dimitri. Un Smith & Wesson modelo 29, con su funda sobaquera en piel. La colocó en la maleta.
De un cajón del armario sacó su otra arma, la Beretta 950B. La colocó en su funda tobillera y se la anudó. Salió al pasillo. En el aparador descansaba su teléfono. Llamó e hizo una reserva de dos noches en el Claridge. Comprobó que la puerta de la escalera, que llevaba al segundo piso, estuviera cerrada.
Redujo el fuego a rescoldos y cerró el salón. Apagó la luz del aparador, salió y cerró la puerta. Todo en la casa destilaba oscuridad y silencio. El espejo seguía tapado. Las fotos del aparador, todas vueltas hacia la pared, o boca abajo.
Cerró la verja, arrancó el coche y salió a la autovía, dirección Madrid. El coche era viejo, pero aún aguantaba bien, y tenía buena punta de velocidad. Puso música; de Goldfrapp pasó a Rammstein, Muse, Metallica, y luego la nada. No tenía ganas de música.
Comenzaba a llover cuando llegaba a Madrid. El aparcacoches guió su coche, y éste vio como lo engullía la boca inmensa del garaje.
Un botones se aprestó a coger su maleta. En la recepción, una atractiva morena le sonrió y le preguntó si deseaba algo.
- Si. Tengo una reserva. Alejandro López.
- Un momento, Señor López…ajá, aquí está. Habitación 710. ¿me deja su documento de identidad, por favor?.. no, espere. Sale aquí su ficha.
- ¿710, verdad?
- Si. ¿Desea algo más?
- ¿El restaurante está abierto?
- Si. Si lo desea, podemos subirle a su habitación lo que pida...
- No, gracias, el restaurante estará bien.
- Disfrute de su estancia entre nosotros. Bautista, lleve la maleta del señor a la 710.
- Gracias, señorita.
Después de colocar las cosas bajó al restaurante. Pidió algo frugal, ensalada y bistec. De postre, helado, y un café con hielo. Renegó del chupito. Tomaría una copa en el bar.
En la barra del bar pidió un Montecristo, e hizo una concesión a sus años de actividad; pidió un Seven Tiki con limón.
Una mano se posó en su hombro. Sobresaltado, se giró, echando mano a su sobaquera y maldiciendo, porque había dejado su arma en la habitación.
- Tra-tranquilo, Alex
- Por dios, Gonzo, no me pegues estos sustos.
- Me a-a-alegro de verte, Alex, cabronazo.
Se abrazó con su amigo y antiguo compañero. Se sentó frente a él. En ese instante, el camarero se le acercó y le preguntó:
- ¿Desea algo el caballero?
- Whi-whisky. Macallan. Con dos piedras. ¡vamos, hijo de puta!
Seguidamente se puso colorado, y se fue corriendo al baño. El camarero se quedó mirando a Alex, con los ojos como platos. Alex rió, y le aclaró al azorado camarero:
- Discúlpele. Su intención no fue ofenderle. Padece el síndrome de Tourette.
- Síndrome de ¿qué?
- Es una enfermedad neurológica, algo compleja, con tics, movimientos involuntarios, toses, carraspeos, y palabras malsonantes u ofensivas.
Créame si le digo que está profundamente avergonzado de lo ocurrido. En adelante, si necesita algo, diríjase a mí, ¿de acuerdo?
- Por supuesto, señor. No hay problema.
- Gracias.
Pedro González, alias Gonzo, regresó del baño, con una mezcla en la cara de diversión y vergüenza. Alex rió torvamente, mientras le tendía su Whisky.
- Tranquilo. El camarero ya está avisado. ¿cómo llevas lo de tu síndrome? Y, ¿cómo sabías que estaba aquí?
- Dimi-dimitri me avisó. El síndrome, pues dando por culo, como siempre.
Y dicho esto, chasqueó la lengua (tchek), y puso los ojos en blanco, con cara de no haber roto un plato nunca.
- La vieja gu-gu-gu, MIERDA!!, la vieja guarddddia vuelve de nnu-nuevo
- Eh, calma. Sólo es una reunión informal. Dimitri me citó a comer mañana, y no sé nada más.
- Ah, pues va-va-vale. No diré nada más.
- ¿Algo que yo no sepa?
- Todo a su-su-su PUTA MADRE!, a su tiempo.
Pasaron las horas muertas recordando sus antiguos casos. Sus intervenciones, antes la última, la que denominan LA GRAN CAGADA.
Las llamas de la chimenea provocaban temblorosas sombras en las paredes. Un mar ambarino refulgía en la copa que sujetaba en las manos. Estaba dormido. El libro, antes apoyado en las piernas, ahora estaba en el suelo, mostrando la cara sonriente del autor en la contraportada, en una de esas fotos de las que luego se arrepienten todos de haberlas hecho.
La casa, de dos plantas, estaba sumergida en sombras. Silencio absoluto, roto por algún que otro petardeo de la chimenea, y por sus ronquidos.
En la urbanización, era el único chalet habitado en varias manzanas. El invierno, frío y desapacible, invitaba poco a habitar esas casas, destinadas y diseñadas para el uso veraniego.
Sonó el móvil. El hombre se sobresaltó y derramó la copa de brandy por la pierna y la alfombra. Del impulso, colgó la llamada, mientras se miraba la pernera mojada y mascullaba:
- Pero qué mierda es esta…
Vio que no conocía el teléfono que le había despertado. Dejó el móvil en la mesita, y removió un poco la chimenea. Se desperezó, mientras cogía un par de troncos y los echaba dentro.
El móvil volvió a sonar. No conocía el número, y su agenda estaba vacía. No tenía ningún teléfono registrado.
- ¿Digame?
- Señor López?
- Si, ¿quien llama?
- ¿Alexei? ¿Eres tú?
- Si. ¿Dimitri?
- Si. Válgame el cielo, Alexei. Me ha costado mucho dar contigo.
- Dimitri!, hace tiempo que no sabía nada de ti.
- Si, Alexei. Hace tiempo que no quieres saber nada.
- Entiende que, con lo que ocurrió, pues…
- Si. Tranquilo. Oye, vente a Madrid este sábado y comamos juntos. Tengo ganas de verte.
- ¿El sábado? ¿mañana? No sé si podré.
- Vamos, Inspector. No puedes faltar.
- Sub-inspector. No lo olvides, viejo amigo.
- Venga. Te espero donde siempre.
- ¿De la Riva?
- Si. A las dos. No te preocupes, dormirás en mi casa.
- No, iré a un hotel, gracias. Además creo que iré hoy, si puedo.
- Bien. Si necesitas algo, llámame.
- Gracias.
Mientras hablaba, había salido al pasillo y paseado por él, mirando todo y a la vez sin darse cuenta de nada. Mirada perdida, sin fijarla en ningún sitio, hasta que descubrió el enorme espejo encima del aparador. La sábana que lo cubría se había desplazado un poco, y mostraba una esquina y casi todo un lateral. Rápidamente lo cubrió de nuevo.
Entró en su habitación y preparó una maleta pequeña. Dos trajes, muda, varias camisas y el pijama. Bolsa de aseo con todo lo necesario. De su mesita de noche sacó su arma, una Walther PP del 9 corto. La sopesó, y la guardó de nuevo. Se dirigió al armario, abrió el altillo y extrajo de él una caja de madera con incrustaciones de nácar. Dentro de ella, su revólver, regalo especial de Dimitri. Un Smith & Wesson modelo 29, con su funda sobaquera en piel. La colocó en la maleta.
De un cajón del armario sacó su otra arma, la Beretta 950B. La colocó en su funda tobillera y se la anudó. Salió al pasillo. En el aparador descansaba su teléfono. Llamó e hizo una reserva de dos noches en el Claridge. Comprobó que la puerta de la escalera, que llevaba al segundo piso, estuviera cerrada.
Redujo el fuego a rescoldos y cerró el salón. Apagó la luz del aparador, salió y cerró la puerta. Todo en la casa destilaba oscuridad y silencio. El espejo seguía tapado. Las fotos del aparador, todas vueltas hacia la pared, o boca abajo.
Cerró la verja, arrancó el coche y salió a la autovía, dirección Madrid. El coche era viejo, pero aún aguantaba bien, y tenía buena punta de velocidad. Puso música; de Goldfrapp pasó a Rammstein, Muse, Metallica, y luego la nada. No tenía ganas de música.
Comenzaba a llover cuando llegaba a Madrid. El aparcacoches guió su coche, y éste vio como lo engullía la boca inmensa del garaje.
Un botones se aprestó a coger su maleta. En la recepción, una atractiva morena le sonrió y le preguntó si deseaba algo.
- Si. Tengo una reserva. Alejandro López.
- Un momento, Señor López…ajá, aquí está. Habitación 710. ¿me deja su documento de identidad, por favor?.. no, espere. Sale aquí su ficha.
- ¿710, verdad?
- Si. ¿Desea algo más?
- ¿El restaurante está abierto?
- Si. Si lo desea, podemos subirle a su habitación lo que pida...
- No, gracias, el restaurante estará bien.
- Disfrute de su estancia entre nosotros. Bautista, lleve la maleta del señor a la 710.
- Gracias, señorita.
Después de colocar las cosas bajó al restaurante. Pidió algo frugal, ensalada y bistec. De postre, helado, y un café con hielo. Renegó del chupito. Tomaría una copa en el bar.
En la barra del bar pidió un Montecristo, e hizo una concesión a sus años de actividad; pidió un Seven Tiki con limón.
Una mano se posó en su hombro. Sobresaltado, se giró, echando mano a su sobaquera y maldiciendo, porque había dejado su arma en la habitación.
- Tra-tranquilo, Alex
- Por dios, Gonzo, no me pegues estos sustos.
- Me a-a-alegro de verte, Alex, cabronazo.
Se abrazó con su amigo y antiguo compañero. Se sentó frente a él. En ese instante, el camarero se le acercó y le preguntó:
- ¿Desea algo el caballero?
- Whi-whisky. Macallan. Con dos piedras. ¡vamos, hijo de puta!
Seguidamente se puso colorado, y se fue corriendo al baño. El camarero se quedó mirando a Alex, con los ojos como platos. Alex rió, y le aclaró al azorado camarero:
- Discúlpele. Su intención no fue ofenderle. Padece el síndrome de Tourette.
- Síndrome de ¿qué?
- Es una enfermedad neurológica, algo compleja, con tics, movimientos involuntarios, toses, carraspeos, y palabras malsonantes u ofensivas.
Créame si le digo que está profundamente avergonzado de lo ocurrido. En adelante, si necesita algo, diríjase a mí, ¿de acuerdo?
- Por supuesto, señor. No hay problema.
- Gracias.
Pedro González, alias Gonzo, regresó del baño, con una mezcla en la cara de diversión y vergüenza. Alex rió torvamente, mientras le tendía su Whisky.
- Tranquilo. El camarero ya está avisado. ¿cómo llevas lo de tu síndrome? Y, ¿cómo sabías que estaba aquí?
- Dimi-dimitri me avisó. El síndrome, pues dando por culo, como siempre.
Y dicho esto, chasqueó la lengua (tchek), y puso los ojos en blanco, con cara de no haber roto un plato nunca.
- La vieja gu-gu-gu, MIERDA!!, la vieja guarddddia vuelve de nnu-nuevo
- Eh, calma. Sólo es una reunión informal. Dimitri me citó a comer mañana, y no sé nada más.
- Ah, pues va-va-vale. No diré nada más.
- ¿Algo que yo no sepa?
- Todo a su-su-su PUTA MADRE!, a su tiempo.
Pasaron las horas muertas recordando sus antiguos casos. Sus intervenciones, antes la última, la que denominan LA GRAN CAGADA.
14 comentarios:
Se pone interesante la cosa...
Un puntazo lo de incluir el síndrome de Tourette.
Hmmmm Rocco ¿sabremos hasta que punto tiene mal la cara Alex en la próxima entrega? ¿Qué guarda en el piso de arriba? Deduzco que en algún momento estuvieron en la poli y ya no están ¿por qué? ¿Tendrá algo que ver con el asesino de los palillos? Creo que sí, clarooo por eso le ha llamado su amigo.
Rocco ¿dónde estás? Queremos más.
Calma, señoritas. La historia la voy tejiendo poco a poco, con las ideas y escenas que ya tengo en la cabeza.
Aún dará para varias entregas más (todo en una sería muy largo y aún no esta pergeñado del todo)
mantenemos la intriga.
Y sobre todo ¿en qué consistió LA GRAN CAGADA? ¿de quién son las fotos que están giradas hacia la pared? ¿qué pasó con su familia?
¿por qué Raimsten?
Por cierto, mi amigo el de ayer me comentó que le encanta ir al Zero Café, no es coña... Y no digo más.
Todo a su tiempo, Sr. Chirly, que desde que tiene amigos "amigos", se ha vuelto uste un impaciente que pa que...
Sr. Lampone, para tejer más rápido use agujas de calceta a partir del nº10, que se va mucho más rápido... además para clavárselas a alguien en los ojos también le pueden ir mú bien...
Muy bueno, muy bueno, Sr. Rocco. No obstante, mi sensibilidad me dice (y no me hago responsable de lo que me diga, de la misma manera que no me hago responsable de lo que piense mi inteligencia ni de lo que quiera mi voluntad) que quizá podría hacer entregas más digeribles. Esta entrega podría haber dado para tres entradas. No estoy acostumbrado a leer tanto tan seguido.
Sr. Chirly: no sabe cuanto le aprecio. Su ejemplo ayer de la normalidad en un aula me dejó mudo.
Sra. Mirian: en la foto ya se le ve la clase, el estilo, el dominio, la pose. Si acaso convendrían unos pantalones, pero para el resultado final es algo menor.
Srta. Sandra: un saludo.
Buen fin de semana a todos. Volveré el lunes. Me voy de bolos.
Sr. boooz es usted un TIQUIS MIQUIS de campeonatorl (si, con rl porque me petartl).
Y siento por usted una cantidad de aprecio tal que se me hace difícil de calcular. Es más, yo diría que es directamente incalculable. Por eso ni usted ni yo podremos llegar a sabe nunca cuánto le aprecio.
Pos yo mañana me voy a los Karts. Hasta el lunes, señor mío.
Sr. Boooz con cuatro años da igual que se vea más o menos cacha, en mi cruce de piernas se inspiró la señora Sharon Stone.
Marian, el cambio de foto en tu avatar ya ves que hace correr rios de tinta (la verdad es que estás una ricura)... ¿entiendes ahora que los quinceañeros te pidan ser amigüitos tuyos en el feisbuc?
Sr. Boooz buen finde para ud. también, pero entre tirada y tirada en los bolos, escriba algo sobre Carla... por amor de Dios, no paralice la saga... o quizás está esperando al día 8, día de la mujer curranta, para contarnos el desenlace laboral y de la colección primavera/verano de CH... En fin, paciencia....
¿Hay alguien? ien ien ien
Joer hasta eco tienen hoy estos aquí, habrán abandonado el blog.........
Marian, tras el gran éxito en sus escritos estos chicos han dejado el blog... creo que ahora están negociando con Planeta sus proyectos literarios...
El Sr. Chirly, "el Padrino:the origins" y "Cómo tener un amigo gay y que tus otros amigos no se celen".
El Sr. Lampone: "la lista:el asesino de los palillos japoneses".
El Sr. Boooz: "Carla, ejecutiva agresiva y divinemente vestida".
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