viernes, 26 de marzo de 2010

LA ESENCIA DEL CRISTIANISMO

Durante estos últimos días hemos tenido la oportunidad de presenciar en un blog vecino al nuestro una especie de pelea circense de patio de vecinas de comunidad de vecinos radial y racial. Vaya por delante que con esta entrada me expongo a ser sometido a un escanio público (tipo San Esteban, pero virtualmente). Vaya también por delante que me da igual. Alguien de mi edad ya era Senador en el Senado Romano, o también Patricio, por aquellos tiempos. También alguien de mi edad vio morir a Sócrates por el partido de la burguesía. Me da igual. Es más. No voy a contestar, en este caso, a ningún comentario, porque sólo pienso expresar lo que pienso y siento, y creo que aunque ustedes tienen derecho a juzgarlo, no tienen derecho a que lo justifique.

Con esta entrada no pienso hacer una semblanza de la famosa obra de Feuerbach, conocido sobre todo por sus contribuciones al Derecho Penal, pero que también dejó su impronta en el ámbito de la religión expresando sus manera hegeliana de ver la realidad.

Tampoco pienso realizar un sesudo y trabajado estudio ontoteológico sobre dogmática, patrología, fundamental (antes llamada apologética) o moral cristinana. No creo que sirviera para mucho en un marco como este, y además carezco de los conocimientos necesarios.

Sólo voy a hacer una sencilla selección de unos pocos elementos cristianos fundamentales. Nada más. Todos ellos tendentes a mostrar la esencia (si no parte) del cristianismo.

El primero es la ausencia de compensión: a Cristo (que es a quien se cree y se sigue en el cristianismo) , en su momento más doloroso le dejan sólo. Tan sólo se queda con Él su madre y un amigo, el más jóven para más datos. Pero ya toda la trayectoria de su prédica durante tres años es lo más lejano que podamos considerar como un "éxito rotundo": discípulos que le abandonan; sucesor que le traiciona; encargado de la contabilidad que le vende; incomprensión por parte de los "ultras" y de los "políticos"; falta de fe ante milagros evidentes (después del milagro la gente se largaba sin dar las gracias); sufrimiento constante; condiciones precarias de vida; miserias humanas. En más de una ocasión, en mitad de una prédica, por la crudeza de sus palabras le hubieran matado si no fuera porque tuvo una barca a mano para hacerse a la mar. Es una historia que humanamente acaba en una crucifixión, y que después, en un giro dramático de los acontecimientos, recomienza con una resurrección.

Estamos hablando, por supuesto, de un Superclase. Una persona que sabía estar, que llamaba las cosas por su nombre, que echó a patadas a los comerciantes en el templo, que curó a la hemorroisa, que convirtió en un momento al legionario romano, que embarcó a doce pescadores en el mayor proyecto de sus vidas. Sabía dar el valor justo a las cosas, y también quitársela cuando las cosas no tenían valor (Epulón, Epulón... o el "es más fácil que un camello pase por el agujero de una aguja que..."). Que elevaba el espíritu. Que se reía de lo ingenuos que eran los discípulos ("Hagamos aquí tres tiendas..." anda que sí...). Que bomitaría (sí, con "b") de su boca a los tibios. Que dijo que los Talentos estaban para ser invertidos, no guardados comodaticiamente. Alguen que no tienen ningún miedo a dar testimonio; a hablar de la verdad; a decir lo que son las cosas: "por vuestra dureza de corazón se os permitió... pero yo os digo..." o "Dejad que los niños se acerquen a mí" porque "el que escandalizare a uno de estos que cree en mí más le valdría que le ataran una piedra de molino al cuello y le tiraran al mar". Que no regala el oido ni las palabras, que no escribió nada más allá de unas palabras en el suelo, que desarmaba con una sóla mirada, que era capaz de enternecerse ante el sufrimiento ajeno (Lázaro) y fundir lo que hiciera falta por que no era útil (la higera). Estamos hablando de un Superclase.

Pero también que desde el principio habla de su muerte: "estáis dispuestos a beber el cáliz que he de beber" o "El Hijo del Hombre tiene que morir... ". Sabe y da a conocer el sentido redentor del sufrimiento. Y aquí aparece, por último, la gran esencia del cristianismo:

La cruz. Dios crucificado. El Hijo de Dios, el Hijo del Hombre, crucificado. Da miedo verla y darse cuenta de todo TODO lo que hay detrás de ella. Un hombre crucificado. Joder, qué duro, cuando los niños de ciudad apenas han visto en su vida la vida y la muerte más allá de un videojuego. Cuando en EE.UU. no se permite enseñar sangre en las carnicerías. Cuando los abuelos sufrientes son retirados de la vista de sus nietos. Cuando recoger vómitos es algo que tiene que hacer un asistente social. Cuando un hijo es cada vez más visto como un problema. No me extraña que la quieran quitar de las aulas. Pensar en lo rotundo de su significado da sencillamente vértigo.

Ahora otros dirán: joder: ¿cruz? ¿qué cruz? ¡Para qué si eso no vende! Hablemos de paz, amor, caridad, justicia social, tolerancia, derechos humanos. Caigamos desenfrenadamente en el concepto de derechos humanos derivados de una ley natural racionalista, hija de la Ilustración, para no ahondar más en lo que pueda significar el concepto persona o dignidad del cristianismo. Y como consecuencia de ello, busquemos un Hobbes (dog eat dog... perdón, homo homini lupus) que nos libere de nuestros goyescos sueños de la razón.

Que la esencia del cristianismo es la cruz es una afirmación rotunda. Podríamos buscar otras cosas, como una coca-cola, pero ya no sería cristianismo. Puede gustar o no, pero es lo que hay para uno que se denomine cristiano: cruz, y luego todo lo demás en fila india, y con este único sentido redentor.

Nos chifla el sincretismo, incluso nos creemos originales en él. Pero es más viejo que la tos. Ya las primeras comunidades griegas, antes de que existiera Grecia como concepto iban cambiando sus dioses por los de sus vecinos, a ver si iban mejor. Supongo que ya antes, en Cromagnon, harían algo parecido con sus animales y representaciones. En este sentido siempre hemos sido algo promiscuos. Y así, aunque el cristianismo tiene cruz (que es lo propio), nos gusta poner en vez de eso una Coca-cola, en plan happy happy chispa de la vida, o la solidaridad (en cristiano es caridad), la paz ("vengo a traer enfrentamiento entre padres e hijos..."), y otras cosas que son más bien de nuestra cosecha personal que de la esencia de lo que tratamos, que son consecuencia y no causa. O más bien consecuencia sin causa.

Y aquí acabo, sin otro ánimo que dejar claro que a aquellos que se llamen cristianos realmente lo sean, y si no lo son (por rebotes, cabreos, decepciones personales y demás situaciones casuísticas varias etc.) no mezclen la esencia de una religión con su punto de vista personal y sus malas experiencias, del tipo "yo te digo que tu problema es que..., porque yo..."

No digo si soy cristiano o no. Eso es una cuestión de conciencia personal. Pero identifico en mi formación cultural un hecho esencial, que es la influencia de esta religión en mi estructuración personal de cómo es el mundo. Y cambiar este centro gravitacional implica cambiar todo el sistema operativo, no una aplicación cualquiera.

Y ahora vendrán los entrecomillados, las descontextualizaciones, los anacronismos, las salidas de tono, todo lo fácil, lo propio del siglo XX: lo deconstructivo y lo postmoderno. El vacuo vacío de atacar sin defender nada "objetivo". De utilizar la propia experiencia como "único resorte universalmente válido". De rehuir las grandes teorías en favor de un sistema de creencias chato y cortocircuitado por las propias contradicciones, pero cómodo al fin y al cabo: "comamos y bebamos que pronto moriremos". Disculpen, pero en esto no pienso entrar. Elaboren, pero no busquen destruir por destruir: respeten.


Me voy a escuchar el último de Megadeth: Mustaine se ha quedado sólo y ha depuesto un disco bastante malo, pero su historia merece un tiempo por mi parte. Escribiré sobre él en mi next post.

5 comentarios:

marian dijo...

Hmmm voy a leerlo de nuevo.

Aprendiz dijo...

Genial Boooz, estoy de acuerdo contigo. El símbolo del cristianimo es la Cruz, donde murió Jesús, que significa sufrimiento y dolor. Y no es que los cristianos tengamos que sufrir ni padecer, eso lo tenemos que soportar todos, tenemos que aprender a convivir con él, y cuando entendemos que es a través del sufrimiento donde se encuentra a Dios, dejamos de tener miedo al dolor y nos hacemos más fuertes, porque ya no tememos a nada. Dios dijo que Él estaba en los enfermos, en los pobres, en los más indefensos. Cuando nos creamos sus palabras dejaremos de temer las desgracias, que ya serán gracias, porque en ellas veremos a Dios.

marian dijo...

No puedo, en serio.
He leído todo tranquilamente y cuando vengo a poner un comentario leo el de Aprendiz y se me cae el alma a los pies.
Me voy.

Aprendiz dijo...

¿Por qué Marian? Conste que no digo que a Dios sólo lo podamos encontrar en el sufrimiento, en las alegrías por supuesto que también y de hecho mayoritariamente ahí, porque pienso que en la vida de la gente hay más alegrías que desgracias, al menos en mi vida hasta ahora. Pero es en los momentos de sufrimiento cuando los que están lejos de Dios más acuden a Él.

Releyendo mi escrito casi que digo mejor que la Cruz significa Amor, porque ese dolor y ese sufrimiento se hacer por amor.

Anónimo dijo...

Ma ecantao!! Y lo que más me ha gustado ha sido su sincerdiad meridiana. Hoy, Sr. Boooz, creo que se le ha escapado a borbotones el corazón en cada letra.

Para mi, la Cruz es el símbolo del cristianismo. Pero para mi la Cruz significa Amor. "Si no tengo amor, no me sirve de nada. Si no tengo amor nada soy".

Buena Semana Santa, Sr. Boooz!! Y lo mismo a tod@s!!

Y por cierto, Sr. Boooz, poramordedios, retome a Carla...