No sé si servirá de mucho, pero no quiero que se me olvide que fue en abril de 2012 cuando tuve una revelación. Es de esas cosas que te las pueden sugerir o se las pueden contar los de tu al rededor, y asentir mientras escuchas o lees atentamente, pero que te resbalan como la lluvia sobre la pizarra, sin que empape ni una gota. Pero que cuando lo experimentas sufres una experiencia tan potente que preves que algo en tu vida a cambiado. En mi caso, tras una semana de experiencia puedo afirmar que mi calidad de vida a mejorado de manera impresionante, y sólo deseo ser capaz de mantenerme así por mucho tiempo.
Hablo, por si nadie se ha leído el enlace que he puesto antes de mi compañero Booz, de vivir desenchufado. En mi caso no ha sido fruto de la casualidad sino una decisión tomada conscientemente después de apreciar que estar permanentemente conectado a la actualidad y a internet me estaba perjudicando seriamente. Si, analizándolo pienso que sin querer me había llegado a obsesionar... no soy psicólogo ni nada de eso, pero se me antoja que debe como de manual o algo así. Había llegado un punto en el que necesitaba entrar cada pocos minutos a cualquier diario en internet, ver los últimos titulares, las declaraciones de la directora del FMI, la rueda de prensa de después del consejo de ministros, a consultar la evolución del IBEX, o la prima de riesgo ¡la prima de riesgo! Dios mío, debía estar volviéndome loco para haber llegado a ese punto... era llegar a casa y estar deseando terminar de cenar y acostar cuanto antes a los niños para ver el telediario, las tertulias, el análisis de la actualidad... En fin, ¡qué panorama! como un ludópata de la información o algo así. Digo que se me antoja de manual porque ahora que lo pienso es como que uno está deseando leer o escuchar que alguien venga y diga que todo se acabó, que de ahora en adelante todo va a ir bien y los problemas van a terminar. Y cuanto menos encuentra uno eso, más lo busca. Qué paradoja.
Así que ¡hala! al cuerno con con todo. Me he impuesto la disciplina de no entrar en intenret nada más que para cosas estrictamente profesionales (al menos en horas de trabajo) y en casa no encender la tele sino para ver alguna película o así. Y mola un montón, de repente uno lee libros, cuenta cuentos a sus hijos, arregla cosas de casa, y trabaja mucho mejor (aunque las cosas hayan ido mejor en otros tiempos, claro). Con suerte, y es mi caso, uno descubre que hay cosas en la vida -en mi vida y seguramente en la tuya- que nunca serán titular de ningún periódico y sin embargo te hacen más feliz que nada. ¡y lo mejor es que suceden cada día!
Es una verdadera estupidez permitir que esas cosas pasen inadvertidas por tener la mente y el corazón en otras que no esta de nuestra mano arreglar.
viernes, 27 de abril de 2012
domingo, 15 de abril de 2012
VISITAR ANCIANOS DE PAPEL
Me encantan las ferias de libros viejos. Los que las organizan prefiern llamarlos antiguos, será que les parece más digno o más respetable. A mi viejos me parece bien ya que son libros que no pertenecen a la antigüedad, y además es precisamente en lo que los hace viejos; en las marcas que el tiempo ha dejado en ellos, en donde radica todo su interés para mí. También las llaman ferias del libro de ocasión por no llamarle de saldos, que eso si quedaría feo.
Cuando era mas pequeño era la oportunidad de comprar preciosos libros ilustrados de pintura y arte por muy poco dinero, o de hacerme con algún cómic barato. Recuerdo que mi primer tebeo de Marvel, uno de Superman, me lo compré en una feria de éstas. Tambíen años después en Madrid el primero de Superlopez, por aquel entonces hacía la colección.
Luego crecí y encontré el encanto de los libros viejos y hoy vengo de darme un paseo por la Acera de Recoletos, y visitar a algunos de esos ancianos (me he traido un par de ellos a casa). Te invito a que te des un paseo. Además como es primavera, si vas justo después de un chaparrón te encontrarás la feria para ti solo y todos los pájaros del Campo Grande se te ponen a cantar como locos porque es lo que les gusta hacer cuando acaba de llover.
Me encantan los libros viejos. Es genial abrir sus páginas amarillentas, buscar entre las primeras el año de edición y calcular su edad. ¡Mira éste no es tan viejo! sólo tiene veinticinco, es más joven que yo. Este otro sí; es de cuando Franco. ¡Hala éste; ochenta y tres!. Os invito a olerlos y pasar suavemente vuestros dedos por su superficie, a menudo áspera, otras veces fina y delicada, con letras muy pequeñas y muy prietas... Pienso que la mayor parte de la vida de una palabra impresa la pasa oculta y oscura, aplastada entre todas las páginas y siempre pegada a la de enfrente, que a lo mejor no tiene nada que ver con ella. Tiene que ser para ella un instante emocionante cuando abren el libro justo por su página, y una mano le pasa por encima y le acaricia... ¿qué siente una palabra impresa al ser leida? como mínimo un hormigueo, aunque yo me imagino que una gran felicidad ¡para eso fue impresa! ¿y quién fue el último que la leyó? ¿acaso se la saltaron o apenas apreciaron su existencia porque es un artículo o un pronombre? Cuando tengais un libro viejo en vuestras manos haced el favor de leer con atención y cariño cada palabra, no vayan a tener que pasar otros largos veinte años hasta que otros ojos las pasen por encima...
Un libro viejo tiene una historia y sugiere muchas preguntas: ¿Dónde se leyó por última vez? ¿en la playa? ¿en un dormitorio? ¿en la montaña? ¿en un hospital? ¿en un tren? ¿en la cárcel? ¿estará muerto el que lo leyó por primera vez? este si, seguro, se editó en 1930. Concretamente en la Imprenta Góngora que al parecer estaba en el 85 de la calle San Bernardo de Madrid. ¿Y quién lo encuadernó? ¿cómo era el impresor que tocó el papel impreso por primera vez, antes incluso de ser cortado y encuadernado? un señor viejo y con bigotón, me imagino yo. Con un guardapolvo azul o caqui. Calvo por arriba, y con canas detrás y a los lados junto al lápiz que llevaba siempre en la oreja, y seguro que tendría un nombre como Teofanes, Severino, Constancio o algo así.
Hacía tanto que no escribía que no se cómo acabar un post como éste... sólo se me ocurren maneras de continuarlo. Pero lo mejor será dejarlo volver mañana a la feria antes que que se vaya, aun me queda hasta el día veintitantos, creo.
sábado, 14 de abril de 2012
GENERACION DE PRINGADOS
No lo puedo evitar. He visto este video y me ha parecido tan bueno que no me resisto a postearlo aquí. No puedo decir que me identifique plenamente, pero los 80 son mi decada y cualquiera que la reveindique ya me tiene ganado. Considero a este tío de mi generación aunque es más joven que yo, y aunque yo si tengo hijos (lo cual me salva la vida), no son pocos mis compañeros de generación que éstán como éste: mas perdidos que un pulpo en un garaje. Y comparto la decepción que siente al ver como los valores que nos inculcaron debian ser para ingorarlos, porque como dice en el video, los chorizos y los mangantes son los que triunfan, y los demás somos una panda de pringados que nos estamos comiendo toda la marrona de esta crisis que nos han montado otros.
jueves, 12 de abril de 2012
TOCAR O ESCUCHAR
A mi me encanta escuchar buena música, disfruto y me deleito, a veces la consumo con voracidad como quien se da un atracón de hamburguesas en el Burguer King, y otras veces me gusta deleitarme con una pequeña pieza, una canción, buscando y preparando el momento oportuno como quien, siguiendo con el ejemplo de la comida, introduce pequeñísimas cantidades en la boca y deja que se deshagan en el paladar disfrutando de cada matíz. Sea como fuere y de cualquiera de las maneras, me encanta escuchar buena música (y comer también, calro).
Con la música me pasa que me entran unas ganas terribles de tocarla... me encantaría. Pero toda vez que lo he intentado ha sido un desastre; es como si entre la música y mis dedos se hubiera levantado un muro infranqueable de torpeza y descoordinación... así que desisto y me conformo con escucharla. Pero siento que me pierdo la música con mayúscuulas: poderla interpretar, ¡hacerla!. Tiene que ser maravilloso.
Con la escritura me pasa algo parecido sólo que gracias a (o por culpa de) la Educación General Básica y el Bachillerato Unificado Polivalente que estudié, resulta que sí me veo capaz de poner una letra tras otra formando palabras que puestas unas delante de otras forman frases con más o menos sentido, pero la melodía que resulta es tan estridente que mejor me callo y eso acabo por hacer... pero como me paso el día leyendo, y leyendo cosas buenas, me entran unas ganas atroces de escribir y escribir... luego me acuerdo de lo mal que se me da y opto por quedarme callado y dedicarme sólo a escuchar las melodías de los demás.
Y así me ando. Pero hoy no me aguantaba y me he dicho ¡coño, eso lo podría haber escrito yo! ¡pienso igualito! y ala, ¡a desbarrar! y aunque no se trata de hablar de la semana santa ni de nada de lo que otros han escrito estos días por ahí, este post es para mi una forma de romper el hielo.
Antes de dar por roto el hielo del todo, no quiero dejar en el tintero una reflexión que me ha venido esta tarde a la cabeza cuando comparaba lo de leer y escribir con tocar música y escucharla. Y es que hay alguno por ahí que en su día oyó una melodía, se emocionó y aprendió lo suficiente como para tocar algo que sonara medianamente parecido, y desde entonces, oye, que no para; que el tío como vió que a la gente le gustaba, no hace más que tocar una y otra vez lo mismo que entonces aprendió. Como toca de oído a veces desafina pero no le importa porque él ve que le siguen echando monedillas... lo malo es que si te paras en la calle a escucharle un rato en seguida descubres el pastel ¡el tío toca una y otra vez lo mismo, y encima mal! de lejos sonaba bien, si, pero en cuanto te acercas un poco ¡aburre! pues eso.
Con la música me pasa que me entran unas ganas terribles de tocarla... me encantaría. Pero toda vez que lo he intentado ha sido un desastre; es como si entre la música y mis dedos se hubiera levantado un muro infranqueable de torpeza y descoordinación... así que desisto y me conformo con escucharla. Pero siento que me pierdo la música con mayúscuulas: poderla interpretar, ¡hacerla!. Tiene que ser maravilloso.
Con la escritura me pasa algo parecido sólo que gracias a (o por culpa de) la Educación General Básica y el Bachillerato Unificado Polivalente que estudié, resulta que sí me veo capaz de poner una letra tras otra formando palabras que puestas unas delante de otras forman frases con más o menos sentido, pero la melodía que resulta es tan estridente que mejor me callo y eso acabo por hacer... pero como me paso el día leyendo, y leyendo cosas buenas, me entran unas ganas atroces de escribir y escribir... luego me acuerdo de lo mal que se me da y opto por quedarme callado y dedicarme sólo a escuchar las melodías de los demás.
Y así me ando. Pero hoy no me aguantaba y me he dicho ¡coño, eso lo podría haber escrito yo! ¡pienso igualito! y ala, ¡a desbarrar! y aunque no se trata de hablar de la semana santa ni de nada de lo que otros han escrito estos días por ahí, este post es para mi una forma de romper el hielo.
Antes de dar por roto el hielo del todo, no quiero dejar en el tintero una reflexión que me ha venido esta tarde a la cabeza cuando comparaba lo de leer y escribir con tocar música y escucharla. Y es que hay alguno por ahí que en su día oyó una melodía, se emocionó y aprendió lo suficiente como para tocar algo que sonara medianamente parecido, y desde entonces, oye, que no para; que el tío como vió que a la gente le gustaba, no hace más que tocar una y otra vez lo mismo que entonces aprendió. Como toca de oído a veces desafina pero no le importa porque él ve que le siguen echando monedillas... lo malo es que si te paras en la calle a escucharle un rato en seguida descubres el pastel ¡el tío toca una y otra vez lo mismo, y encima mal! de lejos sonaba bien, si, pero en cuanto te acercas un poco ¡aburre! pues eso.
lunes, 9 de abril de 2012
4 DÍAS
Efectivamente, son 4 días. Hay gente que se empeña en llamarlo de otra manera, sobre todo aquéllos que todavían mantienen vesgios culturales pasados. Yo soy uno de esos.
En mi empresa me dieron dos días (obligatorios, por otro lado) para tomar en estas fechas tan señaladas de la semana pasada. En general en el ambiente pululaba la idea común de que estas eran "las vaciones de Semana Santa", pero seamos sinceros, no era otra cosa que un puente medio (nada que ver con determinados acueductos de diciembre, que si se empalman bien a base de días libres y bajas por enfermedad con Navidades ejemplifican perfectamente el calendario laboral español tan denostado por nuestros vecinos europeos).
Camino a casa, con los pinganillos en la oreja, escuche en la radio entrevistas a inocentes e ingenuos sobre qué iban a hacer estos días, y todos compartían la idea de que aunque la gasolina estuviera a precio de bocata de anchoas, merecía la pena hacer una escapada un par de días.
Y yo pensaba: lluvia, atascos, hosteleros avispados, voraces y famélicos en busca de gorrines que sangrar, carreteras mal mantenidas y peor conservadas, multas y tasas por cada golpe de respiración, etc... y todo por un par de puxxteros días vete tú a saber dónde haciendo vete tú a saber qué: No compensa.
Y a medida que pasaban esos días y entrábamos en un fin de semana normal, veía la edición on-line del telediario, con cofrades llorando, cielos nublados, nieve hasta en la sopa, etc., me decía: ¡si sólo son dos días! Esto se está convirtiendo en una ginkana del trabajador permanentemente deprimido por autoflagelación.
En fin, el domingo por la calle pude observar coches llenos de esperanzas frustradas, de Semana Santa de 9 días que en realidad sólo dura cuatro, de las cuales dos son de carretera, de buen tiempo pasado por agua, de carteras vacías y estómagos poco agradecidos, de ojos puestos en la próxima fiesta, y de esa capacidad infinita de autoengaño que nos ha traído donde estamos.
Yo me dediqué a dar de comer a mis pececillos, que son cuatro, y que ya han cumplido casi dos meses en su precioso acuario.
miércoles, 4 de abril de 2012
GORDON GEKKO
Hace no mucho tuve la oportunidad de ver de una sentada Wall Street I y II, de Oliver Stone (no tendré televisor, pero no soy tonto). Ciertamente las dos películas son hijas de su tiempo. Se nota en los caracteres, en la forma de elaborar el guión, en la temática, los perfiles de los protagonistas, sus inquietudes. Me cuesta ver un punto de continuidad entre una y otra, por que realmente sólo hay un punto de contunuidad...: Gordon Gekko.
Gekko es uno de esos personajes que ha sabido envejecer bien. No le llega a la altura de los zapatos a Vito Corleone (años luz!), pero no deja de ser todo un icono, y veinte años más tarde a mi me transmitió los mismos valores universales que le animan a uno a pasarse al lado oscuro de la fuerza. "Charme", que dirían los franceses. Sabe hacer lucir desprecio hacia todo lo que no le sirve. Sabe ganar y ganar. No sabe perder, porque no lo necesita. Esto es lo que no me gusta de la primera y lo que sí que me gusta de la segunda. Un heroe, en este sentido pragmático, es el que lo consigue todo y Gekko aparece saliendo de la carcel y finaliza con un despacho en Londres después acabar un buen trabajo.
¿Quién desprecia a Gekko? El que se engaña a sí mismo, el que no ha tenido la oportunidad, el que vive en otro mundo, yo que sé... Pero los que saben no lo desprecian. Gekko es el ejercicio del poder estructural en su extensión más absoluta. Viviendo como lo hacemos de convencionalisnmos, volvamos a la caverna, y ahí encontraríamos de nuevo a Gekko haciéndose con el cotarro.
Moralmente no me pronuncio, claro, porque a éste no le fiaría ni un duro...
lunes, 2 de abril de 2012
POLÍTICA Y PRINCIPIOS
Está de moda decir que los políticos no tienen principios. Los últimos años es como una constante en progresión. Pero cada vez se impone más el matiz de que los que no tienen principios son las personas más aptas para ejercer la política, siempre que no rebasen determinadas apariencias de honestidad. Son los que se adaptan a los tiempos, legislan según las necesidades que identifican en su electorado (y en el electorado del oponente), nadan en distintas aguas para luego guardar la ropa. Saben decir que sí a todo el mundo (con lo que gusta eso a ambas partes), y departen con fruición sobre cualquier tema incidiendo en lo atinado de sus aciertos con base a un presupuesto compuesto por dinero que "no es de nadie".
En el lado contrario se encuentran los "talibanes", los "integristas", los "dogmáticos", aquellos que, ya se sabe, son gente de principios, previsibles y aburridos. Gente que cree saber a dónde va, que impone sus mayorías, que abusa de la democracia, que usa las manifestaciones para limpiar literalmente las calles, que tiene hijos, y se casa, y celebra cosas sin romper farolas ni cristales, ... Gente que ha olvidado lo divertido que es engañarse hasta a uno mismo y echarle la culpa a los demás.
En el lado contrario se encuentran los "talibanes", los "integristas", los "dogmáticos", aquellos que, ya se sabe, son gente de principios, previsibles y aburridos. Gente que cree saber a dónde va, que impone sus mayorías, que abusa de la democracia, que usa las manifestaciones para limpiar literalmente las calles, que tiene hijos, y se casa, y celebra cosas sin romper farolas ni cristales, ... Gente que ha olvidado lo divertido que es engañarse hasta a uno mismo y echarle la culpa a los demás.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)