domingo, 15 de abril de 2012

VISITAR ANCIANOS DE PAPEL



Me encantan las ferias de libros viejos. Los que las organizan prefiern llamarlos antiguos, será que les parece más digno o más respetable. A mi viejos me parece bien ya que son libros que no pertenecen a la antigüedad, y además es precisamente en lo que los hace viejos; en las marcas que el tiempo ha dejado en ellos, en donde radica todo su interés para mí. También las llaman ferias del libro de ocasión por no llamarle de saldos, que eso si quedaría feo.

Cuando era mas pequeño era la oportunidad de comprar preciosos libros ilustrados de pintura y arte por muy poco dinero, o de hacerme con algún cómic barato. Recuerdo que mi primer tebeo de Marvel, uno de Superman, me lo compré en una feria de éstas. Tambíen años después en Madrid el primero de Superlopez, por aquel entonces hacía la colección.

Luego crecí y encontré el encanto de los libros viejos y hoy vengo de darme un paseo por la Acera de Recoletos, y visitar a algunos de esos ancianos (me he traido un par de ellos a casa). Te invito a que te des un paseo. Además como es primavera, si vas justo después de un chaparrón te encontrarás la feria para ti solo y todos los pájaros del Campo Grande se te ponen a cantar como locos porque es lo que les gusta hacer cuando acaba de llover.

Me encantan los libros viejos. Es genial abrir sus páginas amarillentas, buscar entre las primeras el año de edición y calcular su edad. ¡Mira éste no es tan viejo! sólo tiene veinticinco, es más joven que yo. Este otro sí; es de cuando Franco. ¡Hala éste; ochenta y tres!. Os invito a olerlos y pasar suavemente vuestros dedos por su superficie, a menudo áspera, otras veces fina y delicada, con letras muy pequeñas y muy prietas... Pienso que la mayor parte de la vida de una palabra impresa la pasa oculta y oscura, aplastada entre todas las páginas y siempre pegada a la de enfrente, que a lo mejor no tiene nada que ver con ella. Tiene que ser para ella un instante emocionante cuando abren el libro justo por su página, y una mano le pasa por encima y le acaricia... ¿qué siente una palabra impresa al ser leida? como mínimo un hormigueo, aunque yo me imagino que una gran felicidad ¡para eso fue impresa! ¿y quién fue el último que la leyó? ¿acaso se la saltaron o apenas apreciaron su existencia porque es un artículo o un pronombre? Cuando tengais un libro viejo en vuestras manos haced el favor de leer con atención y cariño cada palabra, no vayan a tener que pasar otros largos veinte años hasta que otros ojos las pasen por encima...

Un libro viejo tiene una historia y sugiere muchas preguntas: ¿Dónde se leyó por última vez? ¿en la playa? ¿en un dormitorio? ¿en la montaña? ¿en un hospital? ¿en un tren? ¿en la cárcel? ¿estará muerto el que lo leyó por primera vez? este si, seguro, se editó en 1930. Concretamente en la Imprenta Góngora que al parecer estaba en el 85 de la calle San Bernardo de Madrid. ¿Y quién lo encuadernó? ¿cómo era el impresor que tocó el papel impreso por primera vez, antes incluso de ser cortado y encuadernado? un señor viejo y con bigotón, me imagino yo. Con un guardapolvo azul o caqui. Calvo por arriba, y con canas detrás y a los lados junto al lápiz que llevaba siempre en la oreja, y seguro que tendría un nombre como Teofanes, Severino, Constancio o algo así.

Hacía tanto que no escribía que no se cómo acabar un post como éste... sólo se me ocurren maneras de continuarlo. Pero lo mejor será dejarlo volver mañana a la feria antes que que se vaya, aun me queda hasta el día veintitantos, creo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Está usted desatao...

Al Neri dijo...

En estos mercadillos encontraba yo, de chaval, textos políticos subversivos de todo signo que me encantaba coleccionar.