jueves, 2 de diciembre de 2010

BUEN OJO (I)



Yo tomaba café y pensaba en vaca, que si esto, que si lo otro, lo de más allá…
Y de pronto entró ella. La mujer de mi vida. Guapa, un tipazo de quitar el hipo, una melena pelirroja hasta media espalda que hizo que despertara y avivara un gran sentimiento hacia ella…
Se sentó, sola, con un café. Hojeaba el periódico. De tanto en tanto miraba a la ventana, y a su móvil. Nada cambiaba, y a la vez todo cambió.
Empecé a pensar cómo conocerla, con las frases típicas de: …tu cara me suena…, …creo que estudiamos juntos…, …¿no nos conocemos?..., …me recuerdas a alguien de mi infancia…
Conseguí armarme de valor, acerqué mi taza vacía a la barra, pedí un batido y fui para allá.
Esbocé mi irresistible sonrisa Profident y me acerqué, triunfante. Ella me vio, sonrió por cortesía y pronto trocó su sonrisa en una cara de espanto y repugnancia. Eso me puso nervioso. Minó mi autoestima. Me alteró y tropecé, justo frente a ella, vertiendo todo el batido por su cabeza y rompiendo el vaso en su frente.
Bien, me dije, buen comienzo.
La chica me miraba perpleja, sin saber qué hacer ni decir, mientras churretones de sangre rodeaban sus preciosos ojos y caían por sus mejillas, antes sonrosadas y perladas de pecas, ahora cubiertas de batido y sangre.
Salí del paso como pude y, tras vencer su resistencia inicial, aceptó que la acompañara a casa a por ropa limpia y a que se aseara, y después a una tintorería para arreglar el estropicio. Naturalmente pagaría yo. Aún barajaba la idea de que aceptara mi invitación a cenar.
Ya en su casa me dijo que esperara en el salón mientras ella se cambiaba. De pronto tuve ganas de orinar y, sin saber, pensé que el baño sería la puerta del final a la derecha.
Pues no era, no.
Era su habitación, y cuando abrí la puerta ella estaba junto a la cama, totalmente desnuda, hablando por teléfono.
Bien, me dije, vas mejorando.
Absolutamente granate me di la vuelta a la velocidad del rayo, mientras ella chillaba, a la vez que, al cerrar la puerta, daba un patadón enorme a un jarrón grueso que tenía en el suelo. Jarrón a tomar vientos, en una miríada de trocitos.
Salió envuelta en una toalla, calmándome mientras veía el estropicio jarronil. Me indicó el baño y volvió a su cuarto.
Una vez frente al espejo me calmé, y observé, horrorizado, porqué su cara en la cafetería había mostrado asco. Tenía, enganchado en varios dientes, pellejo de la morcilla que me apechugue en el almuerzo.
Bien, me dije, perfecto.
Al intentar quitarla, forcejeando, solté un manotazo y sacudí un paquete de tampax que tenía en la repisita del espejo. Tampax que volaron a la taza del váter que, para que fuera todo redondo, estaba abierta.
Splosshh.
Me arrojé feroz sobre el váter para recoger lo que pudiera, arrodillado, con las manos hasta los codos en la taza y la frente apoyada en la tapa.
De pronto, atraída por el ruido, abrió la puerta del baño, y me encontró en esa posición, acodado en la taza, con varios tampax en cada mano, chorreantes, y alguno más en el bolsillo de la camisa y entre los dientes.
Sorprendida, cerró la puerta. Sin decir nada.
Bien, me dije, cojonudo. Vas de puta madre, tío.

Salí del baño, azorado. Me esperaba en el salón, mirando al suelo. Bajamos hasta el coche.
Fuimos hasta la lavandería sin decir palabra, y yo sin moverme ni mirar a ninguna parte.
Al llegar al destino, la puerta de la lavandería, me apeé del coche y esperé en la acera. Ella, desde el coche aún, me miró y arrancó desesperada, acelerando bruscamente y haciendo chirriar las ruedas.
Y yo, mientras, esperando en la acera.

5 comentarios:

Chirly dijo...

¡No me extraña! ¡qué asco de tío! con los pellejos de morcilla, abriendo "accidentalmente" la puerta de su habitación mientras se cambia, rompiéndole un jarró, tirandole un batido por encima, ¡rompiéndole el vaso en la cabeza...! ¡Amos anda! soy yo la tía esa y despues de lo del batido le meto una patada en los webbers que le dejo ahí.

Anónimo dijo...

Aggggggghhhhhhhhhhhh...!!!

Anónimo dijo...

Lo que falta en la historia, es que la tía se fue zingando, hizo las maletas, puso el piso en venta y pidió que la trasladasen en la empresa a otro país en otro continente... mientras rezaba con una piedad inaudita por no volver a encontrarse nunca más con aquel especimen de gafe en cuestión.

Anónimo dijo...

Jajajajaja si llego a leer esto esta mañana no le dejo ni en bromas llevar los cafés a la mesa.

Al Neri dijo...

Esto es surrealista..., sobre todo que le invitara a su casa.