-Que pase el siguiente candidato, por favor- pidió el funcionario del ayuntamiento.
Nuestro hombre entró y se quedó ante el funcionario.
-Siéntese, por favor- dijo, mientras abría su expediente. Hojeó la solicitud escrita, comprobando los datos.
- Está empadronado en Valladolid, ¿verdad?
- Si, claro. Adjunté el empadronamiento en la solicitud.
- Si, aquí está.
- Bien. Sabe que el puesto es de mantenedor del Cementerio del Carmen, ¿verdad?
- Si, el puesto de enterrador, ¿no?
- Bueno, si, aunque ya no se llama así, y además, los entierros los hacen las funerarias. Este puesto sería más de cuidar el cementerio, los caminos, el césped y los árboles, cuidar los viales y vaciar y mantener papeleras, limpieza y demás.
- Bien, correcto. ¿Qué horario tendría?
-De lunes a sábado, de 10 a 19,30 horas, con media hora para almorzar, tres cuartos para comer y los descansos pautados en el convenio.
- Perfecto.
- No hay más candidatos, y el anterior no cumplía uno de los requisitos, así que, si lo desea, el puesto es suyo.
- Por mí encantado.
- Bien, pues empieza el lunes. Pase ahora con mi compañera del fondo, que le dirá lo que necesita traer para completar la documentación. Vuelva mañana con todo lo necesario y podremos tener todo listo para su incorporación.
Días después, tras haber realizado todo lo necesario, Raúl estaba preparado para su primer día de trabajo. Álvaro, el compañero que se jubilaba, le enseñó todo lo necesario los dos primeros días. Después se quedaría sólo, pues su compañero debía disfrutar los días de vacaciones no disfrutados antes de su jubilación.
Llevaba varias tardes estudiando bibliografía antigua, y periódicos viejos. Estaba comprobando los movimientos migratorios de varias familias de gitanos, de cierto esplendor oculto, que se afincaron en Valladolid y alrededores mucho tiempo atrás. A pesar de sus recelos, los datos eran correctos. La familia que buscaba, ascendientes de Ferreduela, estaban enterrados allí. Según sus ritos, enterrados con todas las joyas, alhajas y boato que su rito exigía. Esa familia había canalizado el contrabando de alimentos y ropa en los peores años de la hambruna, tras la guerra civil española.
Habían amasado una gran fortuna y una posición importante, sobornando a funcionarios y consiguiendo que hicieran la vista gorda en sus trapicheos.
Al cuarto día de estar solo localizó las tumbas. Por la noche, desde su casa, realizó una llamada de teléfono.
- Ginés, ya tengo todo localizado.
- ¿Si?, perfecto. Estás seguro de que es lo que buscábamos, ¿verdad?
- Por supuesto, no hay duda.
- Bien, mañana es el día entonces. Espero tu llamada. Me sitúo con el coche en la entrada principal, ¿no?
- Si. Recuerda, el coche, que pase desapercibido.
- Si, ya tengo localizado uno. Es un opel kadet clásico, color verde aceituna. Sin luz directa no sabrías que color tiene.
- No te preocupes, yo quitaré las farolas de la entrada.
- Bien, espero tu llamada.
Al día siguiente se acercaba a la entrada principal cuando vio un grupo de gente haciendo botellón al lado de la puerta. Continuó con el coche, dirección Santovenia, para ver la entrada secundaria. No había gente, pero la carretera de Santovenia discurría al lado, tenía mucho tráfico y sería un blanco fácil: cualquiera podría verle.
Llamó a Ginés, la entrada debería ser al día siguiente. Era arriesgado, pues era el día anterior a los Santos, pero habían asegurado lluvia, y no habría ni perroflautas bebiendo ni haciendo el cabrón, ni guardia civil cerca.
Al día siguiente, bajo una lluvia torrencial, consiguió entrar por la puerta principal. Había desconectado la alarma antes de salir, y dejó las cámaras fuera de servicio reiniciando el servidor. Entró y entornó la puerta. Con una pequeña linterna se orientó hasta su objetivo. A pesar de la lluvia, no se oía ni un alma. O eso creía el.
Mientras dejaba la mochila en el suelo y comprobaba la losa, su ojo le jugó una mala pasada. Creyó ver un fulgor a su derecha. Se giró, y no pudo ver nada.
Se volvió y continuó. A los dos minutos escuchó una risa. Se giró rápidamente y vio una llamita titilar, dos pasillos hacia la derecha.
Asustado, con la linterna en una mano y la palanca en la otra, se acercó. Nada vio, nuevamente. Volvió a su tarea, totalmente agitado. A los pocos segundos vio una sombra furtiva escabullirse justo a su lado. Se giró, enfebrecido, y gritó:- ¡Quien anda ahí!- mientras echaba a correr hacia atrás. Volvió de nuevo. Ya tenía la losa separada y se preparaba para echar mano al ataúd. De repente un empellón le arrojó a la tumba de al lado, mientras una risotada salvaje le helaba el corazón. Totalmente desbocado avanzó varias tumbas más allá mientras sacaba su pistola, loco de nervios.Volvió a preguntar si había alguien allí, y volvió a obtener el silencio como respuesta. Caminó hacia atrás, hacia la tumba abierta, hasta que una voz le heló el corazón.
Nuestro hombre entró y se quedó ante el funcionario.
-Siéntese, por favor- dijo, mientras abría su expediente. Hojeó la solicitud escrita, comprobando los datos.
- Está empadronado en Valladolid, ¿verdad?
- Si, claro. Adjunté el empadronamiento en la solicitud.
- Si, aquí está.
- Bien. Sabe que el puesto es de mantenedor del Cementerio del Carmen, ¿verdad?
- Si, el puesto de enterrador, ¿no?
- Bueno, si, aunque ya no se llama así, y además, los entierros los hacen las funerarias. Este puesto sería más de cuidar el cementerio, los caminos, el césped y los árboles, cuidar los viales y vaciar y mantener papeleras, limpieza y demás.
- Bien, correcto. ¿Qué horario tendría?
-De lunes a sábado, de 10 a 19,30 horas, con media hora para almorzar, tres cuartos para comer y los descansos pautados en el convenio.
- Perfecto.
- No hay más candidatos, y el anterior no cumplía uno de los requisitos, así que, si lo desea, el puesto es suyo.
- Por mí encantado.
- Bien, pues empieza el lunes. Pase ahora con mi compañera del fondo, que le dirá lo que necesita traer para completar la documentación. Vuelva mañana con todo lo necesario y podremos tener todo listo para su incorporación.
Días después, tras haber realizado todo lo necesario, Raúl estaba preparado para su primer día de trabajo. Álvaro, el compañero que se jubilaba, le enseñó todo lo necesario los dos primeros días. Después se quedaría sólo, pues su compañero debía disfrutar los días de vacaciones no disfrutados antes de su jubilación.
Llevaba varias tardes estudiando bibliografía antigua, y periódicos viejos. Estaba comprobando los movimientos migratorios de varias familias de gitanos, de cierto esplendor oculto, que se afincaron en Valladolid y alrededores mucho tiempo atrás. A pesar de sus recelos, los datos eran correctos. La familia que buscaba, ascendientes de Ferreduela, estaban enterrados allí. Según sus ritos, enterrados con todas las joyas, alhajas y boato que su rito exigía. Esa familia había canalizado el contrabando de alimentos y ropa en los peores años de la hambruna, tras la guerra civil española.
Habían amasado una gran fortuna y una posición importante, sobornando a funcionarios y consiguiendo que hicieran la vista gorda en sus trapicheos.
Al cuarto día de estar solo localizó las tumbas. Por la noche, desde su casa, realizó una llamada de teléfono.
- Ginés, ya tengo todo localizado.
- ¿Si?, perfecto. Estás seguro de que es lo que buscábamos, ¿verdad?
- Por supuesto, no hay duda.
- Bien, mañana es el día entonces. Espero tu llamada. Me sitúo con el coche en la entrada principal, ¿no?
- Si. Recuerda, el coche, que pase desapercibido.
- Si, ya tengo localizado uno. Es un opel kadet clásico, color verde aceituna. Sin luz directa no sabrías que color tiene.
- No te preocupes, yo quitaré las farolas de la entrada.
- Bien, espero tu llamada.
Al día siguiente se acercaba a la entrada principal cuando vio un grupo de gente haciendo botellón al lado de la puerta. Continuó con el coche, dirección Santovenia, para ver la entrada secundaria. No había gente, pero la carretera de Santovenia discurría al lado, tenía mucho tráfico y sería un blanco fácil: cualquiera podría verle.
Llamó a Ginés, la entrada debería ser al día siguiente. Era arriesgado, pues era el día anterior a los Santos, pero habían asegurado lluvia, y no habría ni perroflautas bebiendo ni haciendo el cabrón, ni guardia civil cerca.
Al día siguiente, bajo una lluvia torrencial, consiguió entrar por la puerta principal. Había desconectado la alarma antes de salir, y dejó las cámaras fuera de servicio reiniciando el servidor. Entró y entornó la puerta. Con una pequeña linterna se orientó hasta su objetivo. A pesar de la lluvia, no se oía ni un alma. O eso creía el.
Mientras dejaba la mochila en el suelo y comprobaba la losa, su ojo le jugó una mala pasada. Creyó ver un fulgor a su derecha. Se giró, y no pudo ver nada.
Se volvió y continuó. A los dos minutos escuchó una risa. Se giró rápidamente y vio una llamita titilar, dos pasillos hacia la derecha.
Asustado, con la linterna en una mano y la palanca en la otra, se acercó. Nada vio, nuevamente. Volvió a su tarea, totalmente agitado. A los pocos segundos vio una sombra furtiva escabullirse justo a su lado. Se giró, enfebrecido, y gritó:- ¡Quien anda ahí!- mientras echaba a correr hacia atrás. Volvió de nuevo. Ya tenía la losa separada y se preparaba para echar mano al ataúd. De repente un empellón le arrojó a la tumba de al lado, mientras una risotada salvaje le helaba el corazón. Totalmente desbocado avanzó varias tumbas más allá mientras sacaba su pistola, loco de nervios.Volvió a preguntar si había alguien allí, y volvió a obtener el silencio como respuesta. Caminó hacia atrás, hacia la tumba abierta, hasta que una voz le heló el corazón.
5 comentarios:
Buenos días Sr.Lampone. ¿Le he comentado alguna vez que las historias de fantasmas me ponen muy nerviosa? Espero que todas esas cosas raras las haga un traficante de coca que vende en el cementerio.
Mañana bajo al centro.
Y qué le dijo... qué le dijooooo...?
- Ginéeeeeeees... deja la pulsera de la maaaaaaaama?
- Sus voy a crujír viiiiiivos...?
- Soy el fantasma del tío Montoya?
- Dame las llaves del opelkaaaaade?
... no nos deje así por favor...
Aprovechando el tema y que anda por aquí nagore a la que le gustan los chistes, voy a contar.
Este es un tío muy roñoso/catalán (escójase lo que se prefiera) al que se le muere la mujer y va a pedir una lápida para la tumba.
* Quiero que ponga "Aquí yace Marta Rodríguez Ventura, buena madre, mejor esposa, ejemplar amiga, a quien Dios acogerá en su seno por propios méritos"
- Muy bien dice el marmolista, son 21 palabras a 10 euros por palabra, serán 210 euros más iva
* Coño, dice el viudo, así que es por palabra. Quite, quite, pondré otra cosa. Déjeme pensar... Sí, ya sé. Ponga "Marta muerta".
- !¿**!Perdón??!!
* "Marta muerta" repite el roñoso.
- Pero hombre, cómo voy a poner eso... ande, ande, expláyese y ponga 5 palabras que yo le cobro sólo dos que me da pena su mujer.
* Bueno, en ese caso, uhmmm... Ya está "Marta muerta. Vendo Opel Kadett"
Ja, ja, ja (risas enlatadas)
Hombre Ignatus!!! ja, ja, ja... cómo que no me gustan los chistes!!! pero si el suyo es peor que el de Neri... je,je... y los mios... peor todavía!!!
Un padre dando consejos a su hijo, que marcha a estudiar fuera:
- Y ya sabes, Peru
que cuando estés por ahí fuera, tienes que tener buena educación y no preguntar a nadie de dónde es.
- Aiba la ostia, aita, y ¿por qué no le tengo que preguntar a nadie de dónde es?
- Pues porque si es de Bilbao, ya te lo dirá él; y si no es, ¡no le tienes que hacer pasar vergüenza!
- ¡Oye Iñaki! ¿Sabes que se ha muerto Julen?
- ¡Me cago en la leche! ¿Y de qué ha muerto?
- De cirrosis
- ¡Joder ! ¿Tanto bebía?
- ¡Mecaguen! Lo incineraron hace dos semanas, y todavia sigue ardiendo.
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