miércoles, 23 de diciembre de 2009

24 DE DICIEMBRE

El 24 de diciembre, después de comer, se echó la siesta de rigor.
Se levantó una hora después, mareado. Se aseó y se vistió para la ocasión.
Tenía todo preparado en la mesa de comedor que sus padres le habían regalado, modelo Ikea Glestentbüshnosequé. A las siete de la tarde vendrían sus antiguos compañeros para tomar una copita de espumoso.

Tres meses atrás había conseguido ganar un premio literario a nivel nacional de mucho prestigio. Todo eran sonrisas, flashes, parabienes, tíos empalagosos y prostitutas impresionantes de cinco cifras el servicio. Entrevistas. Coloquios. Tertulias radiofónicas. Charlas en colegios.
Agenda apretada. Nuevos amigos. Viejos amigos que vuelven a flote, como los cadáveres de los ríos cuando se suelta el peso que los mantiene en el fondo cenagoso...

Portadas por doquier, con sonrisa profident (pagado el arreglo por la editorial y descontado de sus emolumentos) y cara de ser más feliz que una perdiz.
El corazón destrozado. Su ex-mujer volvía de la nada con una demanda millonaria cuando antes había aceptado un pacto ¿amistoso? y poco más.
Su alma, aniquilada.

Docenas de veces ensayó ante el espejo para mostrar una cara creíble. En todas las entrevistas hablaba de la motivación de sus personajes de novela, cuando lo que hacía era ocultar su leit motiv.
Que la novela mostraba todos sus demonios particulares, y en hora punta.
Que había ido al lago a beber para inspirarse, como todos los días de su vida; solo que la última vez se demoró más de la cuenta en la orilla, y vió desperezarse a todos los cadáveres que guardaba. Y todos sus rencores y miedos, sus fobias y pasiones.
Y le gustó lo que vió.

Despertó su infierno interior, y éste lo consumió.

A las siete menos diez empezaron los más puntuales. Apretones de manos, intercambio de tarjetas, regalitos baratos, bromitas habituales. Copita de vino, y al salón.

Fueron llegando más. Fueron recordando viejos tiempos. Antiguos amoríos. Las primeras juergas. Lo que apuntaba cada uno y en lo que se quedaron después.
Corrió el vino. Intercambio de fotos de esposas e hijos. Desenfundaron pda´s y notebooks. Cruzaron correos. Tras el frío inicial de años sin verse, el calor del vino disipó la vergüenza, y el empuje burbujeante del espumoso hizo saltar briosamente la camaradería. La reunión iba fenomenal.
A las ocho, el hospitalario escritor se disculpó un momento, diciendo que debía bajar a recoger algo a la portería del edificio.

Minutos después, sonaba el timbre de la puerta. Un mensajero entregó una nota al que abrió la puerta. Éste, confiado, la leyó. Contrariado, pidió silencio y la leyó en voz alta, para todos.

"Mis queridos hijos de puta: Ahora que bebéis mi vino y coméis mi comida, que frotais mi espalda y llenáis vuestra boca con mi nombre, nadie recuerda esos momentos que me hicisteis pasar en la infancia...
Nadie recuerda ahora..."

Abajo, desde un taxi, el escritor, sonriendo, tecleaba en el móvil.

En la cocina, un receptor emitió un pitido.

La explosión voló por completo el apartamento, los otros tres de su misma planta, y las dos plantas inferiores y superiores.

Indicó que fuera al aeropuerto. Vió la fecha. 24 de Diciembre. Ese día sería su cumpleaños.
Ese día había vuelto a nacer.


PD.
Pues felices fiestas a todos, no?

Que paséis feliz Navidad y confraterniceis con los vuestros.

4 comentarios:

Aprendiz dijo...

¡¡¡FELIZ NAVIDAD A TODOS LOS BOCAZAS Y SEGUIDORES!!!

El Subdirector del Banco Arús dijo...

Puffff!!! Menuda historia. Y lo de la reunión para matar a todo perro pichichi es muy de mafiosos.

Chirly dijo...

Lampone, se va usted a hacer cargo de la organización entera si sigue empleando esa clase de técnicas... El Don está encantado con ud.

María dijo...

Que te gustan las Navidades, ¿eh? Vaya historia mafiosa, jajajaja. Felices Fiestas, besos