El doctor estaba esperándome en la biblioteca, frente a la chimenea, en la que ardían lentamente varios troncos. La biblioteca sorprendía por la cantidad de volúmenes, y lo correctamente ordenados que estaban, tanto por materias como por autores, con especial dedicación a la psiquiatría. Destacaba sobremanera una amplia pared desnuda de libros, ocupada únicamente por cuadros, litografías y grabados. El doctor estaba contemplando algunas de éstas imágenes y, sin mirarme, me invitó con un sutil movimiento de su mano hacia una mesa dispuesta con un refrigerio.
- inspector, le agradezco su visita. Tome asiento, por favor.
- gracias, doctor. He venido en cuanto pude salir de la comisaría.
- ¿tomó la precaución que le pedí de no informar a nadie de nuestra entrevista?
- por supuesto. Todos piensan que voy a recoger unos resultados al Consultorio General.
Dígame, doctor, ¿a qué viene tanta urgencia y tanto misterio? ¿Y ese afán en que nadie sepa nada de nuestro encuentro?
El doctor se giró en ese momento, y avanzó hacia mí, con esa mirada penetrante y esa aura de nobleza que desprendía su porte. Yo me hallaba de pie junto a la mesa, donde pude apreciar un par de copas con vino ya servido, y un platillo humeante que despedía un aroma fascinante. El doctor se acercó, sinuoso, y me ofreció una copa.
- tome, pruebe este vino. Es inmejorable con el manjar del plato...
- doctor, ya sabe que no puedo...- dije, subyugado por el olor que penetraba en mi estómago vacío.
- vamos, inspector. Es una delicia. Tortilla de huevos y sesos acompañada de Manzanilla San León Reserva de la Familia. Un pequeño placer que guardaremos entre nosotros.
- está bien. Sólo por esta vez. – Tomé un poco de la tortilla y probé el vino.- doctor, esto es algo exquisito.... es usted un verdadero gourmet. Lástima que yo esto lo tenga vedado...
- no se preocupe, inspector. Hoy no me vea como su médico, sino como un amigo, un pequeño pilluelo que quiere mostrarle algo.
- Es usted incorregible.
El doctor me guió hasta una zona de la biblioteca donde abundaban las obras sobre gastronomía, vinos, bodegas y artes culinarias. Volúmenes, libros, tratados; todo concerniente al arte de la cocina, el buen yantar, la bebida...
- como ve, inspector, se puede decir que más que una afición, la gastronomía en general para mí es una pasión.
- no lo dudo, doctor. Veo que sabe elegir bien sus gustos. Y veo que le interesa, como a mí, la pintura...- dije, mientras señalaba la pared desnuda de libros, cubierta únicamente por cuadros de diverso tamaño.
- verá, éste de aquí, es una reproducción de El triunfo de Baco, de Velázquez. Conocido también como Los Borrachos. Como puede ver, trata de desdramatizar las consecuencias del vino y la bebida, dando a la escena un toque de celebración. ¿Qué le ha parecido el vino?
- estupendo, doctor, pero ya conoce mis problemas con la bebida...
- tranquilícese. Soy médico, ¿recuerda? Además, quiero que pruebe alguna cosita más que he preparado especialmente para usted. No se preocupe, hoy saltamos la terapia, confíe en mí. - El doctor salió y volvió con una bandeja con otras dos copas de vino, y otro platillo. Me tendió una, y probé otra delicatessen del plato. Soberbio, mejor que la anterior. Mientras, el doctor me mostró otra litografía: la Nuda Veritá, de Klimt. Al lado de ésta, otra litografía del mismo autor: Palas Atenea, que sostenía en la mano una representación de la Veritá. La serpiente se enroscaba en los pies de la muchacha, observando al incauto que se acerca sin percatarse... al igual que el doctor, que esquivaba mis recelos y me servía ya la tercera copa de vino. Mis defensas ya no tenían el brío habitual. Más bien, no poseían ningún brío.
- dígame, inspector, ¿le gusta éste otro vino? Es un Vega Sicilia, Único Magnum, del año 1987. Y acompañando a este civet de corzo, es inigualable.
- doctor, usted si que sabe lo que es bueno. Ay, yo que no debería abusar de...
- no se preocupe, inspector, verá que no es para tanto. Mientras piense qué relación guardan los tres cuadros; Los Borrachos, Palas Atenea y la Nuda Veritá, entre sí.
Como era de esperar, volvió con otra bandeja, esta vez con copas de Champán, y otro platillo. Yo trataba de serenar mi espíritu, y no encontraba ninguna relación entre las imágenes. Cogí la copa de manos del doctor, y tomé un sorbo. Sencillamente sublime.
- ¿y bien, inspector? ¿Ha averiguado la relación existente?
- pues la verdad es que no; oiga, está delicioso.
El doctor asintió - Es un Krug Rosé Non Vintage. Algo realmente soberbio. La relación es clara. La Nuda Veritá, la verdad tal y como es; el vino, que aletarga las penas y regocija el espíritu; Baco; In vino veritas, que dijo Plinio el Viejo...
- ah, claro. Demuestra cómo al abrigo de un buen vino no hay miedos, ni recelos, ni respetos. Sólo la verdad, dura, cruel...
- la Nuda Veritá.
- es usted un genio, doctor.
- ya le dije que esto para mí es una pasión. Es más, mi afán por deleitar con sensaciones diría que es casi una obsesión. Aunque no tanto como el caso que tienen entre manos, el de los cadáveres mutilados y con evidencias de haber sido utilizados en rituales de canibalismo... ¿le sirvo un poco más de Krug?
- gracias. La verdad es que hemos estado dando palos de ciego. Por eso pedí su colaboración, para que nos ayude con el perfil psicológico del sujeto.
- la tiene, pero recuerde que debe ser discreto. Si se corriera la voz, es más que probable que no sentara bien el recurrir a mí y no a su personal cualificado de la comisaría. Cuénteme, ¿qué han averiguado?
- descuide, nadie lo sabe. Ya le digo, perdidos. Por dios, qué bueno está este Krus rosita...
- Krug, inspector. Krug Rosé. ¿Y qué piensan hacer al respecto?
- verá, prométame que no dirá nada, ¿de acuerdo?- el doctor asintió sonriente - hemos pedido consejo a un experto, y le hemos mandado pruebas y fotos. Vendrá la semana que viene. Acabo de recibir su primer informe, y lo llevaba a casa para leerlo con calma. Habla de un sociópata con un ego muy elevado, muy preocupado por los detalles, atormentado seguramente por abusos en su infancia y maltratos constantes. Expresa en sus crímenes la fragilidad de su espíritu, y su poca entereza y moral. Pero comete errores, y según comentó por teléfono, cree poder atraparle sin problemas. Por cierto, ¿le importa que nos sentemos? Este colaborador esta seguro de detenerlo como mucho en dos semanas; piensa que para satisfacer su enorme ansia de notoriedad cometerá un error fatal que lo descubrirá. Pero recuerde, nadie más que yo conoce esta información. Y ahora usted. Sentémonos, por favor.
- claro inspector. Yo le ayudo.
Yo notaba temblores en mis piernas, fruto del alcohol, pero creía que aún tenía la mente clara. El doctor me acercó la silla y se situó por detrás de mí mientras rellenaba las copas. Al instante noté un pinchazo en el cuello, y en cuestión de segundos, mi cuerpo quedó paralizado.
- relájese, no le dolerá. Le he aplicado una mezcla de Popper y Succinilcolina. Estará paralizado y muy tranquilo. Oh vamos inspector, contrólese - dijo mientras miraba mis pies. Mi esfínter había decidido desobedecerme y había soltado lo que contenía. Yo estaba perplejo. El doctor salió, y volvió con el informe de la mano. Lo leía tranquilamente, saboreando Krug con deleite goloso.
- Agente especial W. G.... Estudio psicológico....Conclusiones previas...Así que abusos paternos, maltratos infantiles, mente perturbada, monstruo perverso, fijación materna... bah, y usted, inspector, ¿cuanto hace que no habla con su madre?, ¿sabe que usted es un borracho patético?, ¿sabe que destrozó su matrimonio por el gin-tonic?; ¿sus hijas saben que su diversión es vestirse de prostituta y salir a taconear por las gasolineras, con su arma bien apretada, presa de la excitación? ¿Y se atreven a juzgarme? – Puso su cara a escasos centímetros de la mía – Inspector, huelo su miedo. Y su loción barata. Pero no, hoy disfrutaremos. – Me eché a reír, de puro pánico – así me gusta, disfrute, probará un último bocado, algo exquisito. Criadillas a la plancha, regadas con Amarone. Aunque habrá que lavarlas bien... ¿quiere más Krug? Ah, ya lo dijo el Talmud, “Entró vino, salió un secreto”... -
Dejó un escalpelo acerado en la mesa, y me bajó los pantalones. Tarareaba. No noté nada, ni dolor, ni sangre derramada, ni nada. Solo miedo, miedo y vacío. Sonó el teléfono. Levantó el auricular con el guante ensangrentado.
Pude ver en un extremo su Título de Doctor en Psiquiatría por el estado de Maryland.
Miré a la Nuda Veritá, que parecía sonreír burlona. A su lado Baco estaba serio. Casi al final de la pared descubrí dos grabados más, de Blake: El Anciano de los días, y El Gran Dragón Rojo y la Mujer Vestida de Sol. Cada vez estaba más débil, pero pude captar el aroma que venía de la cocina. Notaba la boca seca. Hubiera dado todo por un vaso de vino.
Dejé de oírle.
Cerré los ojos.
4 comentarios:
Es dramática la historia de Klimt, y todavía más la de sus cuadros. Por cierto, le veo un poco ténebre...
Hola, Sr. Boooz.
Me gusta la relacion de los grabados con la historia del doctor Lecter.
Un poco ténebre, puede ser...
Menkantaaaaa
gracias, sita marian
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