martes, 15 de septiembre de 2009

DE BODA

Anoche, a eso de las 22:00 aterrizaba un pequeño avión en el aeropuerto de mi ciudad. Bajé del vuelo extraordinariamente cansado, pero feliz. Venía de la boda de un amigo en Barcelona, en Sitges, concretamente. El periplo comenzó el sábado, con el vuelo desde mi ciudad de origen a Barcelona, aterrizando en la gigantesca T-1. Una vez allí, todo a la carrera. Zumbando a por un coche de alquiler previamente reservado por otro amigo del novio, que también iba, junto con su novia, en el mismo avioncito que yo.

De pronto la novia de éste se para pues, oh sorpresa, ha visto en una tienda del aeropuerto ése Nórdico que lleva tanto tiempo buscando (en verano) y que sólo ha visto ahí.
Todo esto a las 16:00 y la boda era en Sitges, a las 17:30, y yo estaba en bermudas, maleta con traje doblado/arrugado y con cara de no saber qué cara poner.
Después de haber entrado y preguntado el precio decide hacernos caso y volver al mundo de los mortales, para seguir a la carrera a por el coche. Mujeres.
Tras varios papeleos conseguimos la documentación del coche y las llaves. Ahora, a descifrar el entramado de pasillos, salas, puertas (algunas cerradas) y baños siempre con personal de limpieza impidiendo el paso que conforman la T-1 de El Prat. Al final conseguimos dar con el parking y el coche. Salimos dirección Sitges, y nos tocó sufrir la famosa circunvalación con velocidad variable, una suerte de tragaperras para Tráfico que deciden cuándo hace falta llenar las arcas y cambiar la velocidad de la vía, y cuando hace falta una campaña ejemplarizante de control de la contaminación, para cambiar de nuevo la velocidad de la vía.
El resultado es el mismo siempre: multas por doquier, y el ciudadano hasta los webs de que le hinchen a recetas.
Entre medias de todo esto, venga peajes. Alegría.
Una vez localizado el sitio, en llegando al mismo, otro ticket, esta vez del complejo hotelero. Varios Ferrari y Maseratti pululaban por la zona, amén de unos yates y barquitos de agárrate y no te menees.
Saltémonos la parte de ceremonia y cócktel previo (de dos horazas de duración) para pasar a la cena.
Será costumbre en Cataluña, pero presentan los platos con musiquita acorde y los camareros entrando a toda leche a darte las viandas. Como curiosidad decir que el pescado lo pusieron al final, después de la carne. Antes de la tarta los novios cumplieron otra tradición, que es la de salir ellos bailando entre las mesas y entregando cuatro figuritas a las parejas que quieran, que son dos figuras de novios (para empujar al casamiento) y dos figuras de cigüeña (para empujar...simplemente). Una figura de novietes se la entregaron a una pareja al lado mío, amigos míos también. Yo que pensé, anda, si me trae a mi una de cigüeña, que no tengo ni novia...
Luego la Tarta Nupcial, y el esperado baile.
Se abrió la veda de la barra libre, y allí que fuimos, dispuestos a dar lo mejor de nosotros mismos. Allí comenzó un extraño fenómeno. Pedías ron con limón, y te daban ron con naranja porque limón no tenían. De repenennte veías botellas de fanta limón de 2 litros y decías: y eso qué es, acuarius casero?

No, eto fanta limón. (croata o servo-bosnia era la pájara)
Pero...si te he pedido antes ron con limón?
Ya, limón no tenno.
Y eso?
Eto FANTA LIMÓN.
AH. Gracias.

Pasado un rato de música medianamente horrible (pero bailable por el alcohol), corrió un rumor.
Oye, se acaba la barra libre.
Joder, voy a por más.

Un ron con FANTA LIMÓN.
Es la última.
Pues ponme cuatro, que son para las novias, que están allí sentadas, míralas que majas. Les duelen los pies...

Detrás de dichas novias había un arsenal de copas preparadas para ir agotando nuestras reservas. Tras varias voces del novio, ampliación de horario en la barra libre; aunque nosotros ya habíamos pillado el tranquillo de pedir las copas de varias en varias y no era plan de dejar de hacerlo, no?
A eso de las cinco de la mañana, después de litros y litros y canciones (con poca fortuna), después de haber quitado infinidad de veces el micrófono a un uruguayo más pesado que una vaca en brazos, después de haber voceado y gritado, nos echaron.
De ahí fuímos a Pachá, templo de culturistas, mujeres que cortaban el hipo, y gilipollas por doquier. Tras mucho negociar y algún que otro "me cago en tu puta madre, chaval ( que con el pedo sonaba sshhavallll)", el gorila no nos dejó pasar. El motivo: la novia. Con traje de novia no se puede entrar.
Nosotros, todos los demás, sí podíamos. Ella no.
Con lágrimas en los ojos, intentó seguir la fiesta en su día más bonito. Ni hablar del peluquín. Media vuelta y al hotel. Ni con lágrimas de la novia se pudo entrar.
Rascamos los congeladores de las habitaciones buscando hielo para más copitas y, tras algunos minutos de zozobra, nos fuimos cada mochuelo a su olivo.
El domingo fue horriblemente resacoso, con tarde en el puerto y buscando sombrita.
Curiosa mezcla de tradiciones, con cosas nuevas, otras como siempre, y otras que no se hicieron.
Aunque lo que sobresalió fue el buen hacer de las familias y el buen trato que nos dispensamos todos.
Repetiria, sin dudar.

Esta mañana, comentando los sucesos con un buen amigo, él llegó a la conclusión de que nuestro esfuerzo infructuoso de entrar en Pachá no se vio recompensado porque, en el ambiente Gayer y Boyer que reina en Sitges, un bodorrio con la novia y las amigas con el rimel corrido, oliendo a pantumaca y tabaco/alcohol, y una panda de taradillos medio trajeados no son lo suficientemente chic para ese sitio; (sólo unos pocos de ellos guardaban el protocolo y seguían con todo el traje y la corbata; yo, por mi parte, hacía horas que la corbata dormía en mi bolso, y por mi traje rezumaban varias copas de cava y de ron con FANTA LIMÓN me habían vertido, sin intención, mis amigos).
Y yo pienso que si es cierto, es para cagarse en todo. Resulta que hemos pasado de discriminar a los gayer y boyer (sin faltar), a medio aceptarlos, a que nos los metan por calzador (ponga un gailor en su vida), y ahora a que nos discriminen ellos. Es el colmo.
Si su estilo es tan minimalista y tan näif como para que no entren treinta personas “en sana camaradería” (juas) celebrando la boda de un buen amigo y amiga suya, pasando con ellos lo que serán horas del mejor día de su vida, aprovechando la coyuntura para estrechar lazos entre todos y buscando que todo saliera a pedir de boca para la pareja, ya de por sí nerviosa, pues, insisto: que les jodan a todos.
Ahora resulta que una boda heterosexual les molesta.

Tiene cojones.

Pido perdón por la extensión, y espero, si las tenéis, vuestras impresiones.

4 comentarios:

Al Neri dijo...

Vaya bodorrio. Odio las bodas.

Lo de entrar en las tiendas a destiempo es muy de tías. Paciencia.

Chirly dijo...

¡Qué peripolo! Esto se cuenta de a cahitos, hombre, que así apabullas ¡nen! en plan BODA (I), BODA (II) Y BODA (III Y FIN) o algo así.

Me ha traido recuerdos lo del bailecito y las figuras..., en fin, cosas de catalans (como lo del roñoseo con la barra libre, las copas y los cubiertos multiusos y etecé, etecé), que tiene cojones ser tan guais para no dejar a una novia entrar a una disco porque va vestida de novia y luego andarse con esas cutreces en la cena. ¡Jodios catalans de merda! Conociendoles es posible que no os dejaran entrar porque detectaron entre vosotros la impura sangre de la raza inferir española, ¿Quién sabe?

La próxima boda la tuya y con lechazo asado de toda la vida de Dios, ¡hombre!

Aprendiz dijo...

Veo que lo pasastes muy bien, y es que con los hombres es fácil, un par de copas (un par detrás de otro, claro está), todos os hacéis amigos de todos (que lleven también unas copas encima) y fiesta hasta que amanezca. Las tías después de un rato como nos empiezan a doler los pies somos un coñazo...

Pero hombre, ya que dices que no tienes novia, aprovecha las bodas de los amigos para echarle el ojo a alguna amiga soltera de la novia, no para ponerlas de excusa con las copas.

molinos dijo...

Las bodas son un coñazo.
Normas que sigo:
- no ir a la ceremonia. Solo si te hacen testigo, tienes que leer o cualquier cosa.
- no llevar bolso. Todo al bolsillo "del ingeniero".
- en la barra libre, ficar al camarero mas espabilado. POnen uno bueno y luego unos cuantos malos malísimos para que la barra libre sea lo menos libre posible.
- entrar en Pacha de Sitges está para mi en el mismo nivel que viajar a la luna. Ni de coña.

Voy a seguir leyendo.