No hace mucho en otro blog de los de por aquí al lado se habló del suicidio, y a propósito del caríz que tomaba el debate en los comentarios (que son de lo mejorcito) aproveché para soltar de lado una idea sobre la muerte que vengo cociendo en mi mollera desde que hace un tiempo.
La idea es que si consideramos la muerte desde el punto de vista estrictamente biológico, que es como parece que hoy el mundo quiere ver las cosas; únicamente con la razón y la ciencia de la mano; lo único que sabemos es que vamos a morir y nada más. Para todo lo demás hace falta algo de fe y eso hoy en día para muchos ya no cuenta. Así que si me pongo en ese lugar lo único de lo que tengo certeza en esta vida es precisamente de la propia vida, ya que si después de la muerte no hay nada; no podemos tener consciencia de nuestra propia muerte. Y esto me lleva a pensar - mi mente es caprichosa y mis ideas muy peregrinas - en los castigos que con frecuencia imponen los Lampones y los Neris de la vida real: hace unas semanas se difundió en Italia el vídeo de un mafioso de "la camorra" napolitana apiolando por la espalada y de un tiro en la cabeza a un pobre desgraciado a la puerta de una tienda. Hay que entender eso como el castigo máximo que se puede imponer a esa persona, pero, paradógicamente ese acto sólo se puede entender si se tiene algún tipo de fe, porque si no el ajusticiado habrá muerto sin ser consciente de ello: no hay dolor, ni sentido de pérdida alguno; no puede haber arrepentimiento, ni rabia, ni ningún tipo de daño sobre su persona ya que el fallecido nunca llega a saber que lo es.
Así visto, en los casos de aplicación la pena de muerte el verdadero castigo serian los días (meses, años...) previos a la ejecución, en los que el agobio y la angustia carcomen el espíritu del condenado. En el caso de una ejecución rápida, sin embargo, el castigo siempre sería menor que una cadena perpetua. Y además se da otra paradoja, el verdadero castigo se impone sobre los que si tienen consciencia de la muerte del fallecido que habitualmente serán los familiares, amigos y seres queridos en general, que rodeaban al finado y que probablemente sean completamente ajenos a las causas que lo llevaron al patíbulo, y por lo tanto inocentes castigados injustamente.
Pongamos un ejemplo: Un hijo de Utah casado y con un hijo (también de Utah, naturalmente) pero asesino él, mata a una niña. Los padres de la niña deseosos de que se haga justicia, encargan a un sicario que encuentre y mate al asesino. Éste lo hace en plan camorrano: por la espalda y pillando desprevenido al asesino. Pues bien, aunque lo parezca, el castigo no sería ecuánime, ya que esos padres seguirían sin su hija, y el asesino jamás tendría consciencia de que por su propia culpa ha perdido su vida y ha hecho desgraciada a su hija a la que le ha privado prematuramente de sí mismo: su padre. Sin embargo, aunque injusto, si sería ecuánime que esos padres encargaran al sicario que matara al hijo del asesino. Así éste podría vivir todos los días de su vida sufriendo la pérdida de su hijo, con el agravante de saberse causante de su muerte y de sufrir el mismo dolor que él antes había causado sobre los padres de su primera víctima. En definitiva: la vuelta a la ley del Talión (gracias Boooz). ¿Es acaso la ley del Talión más justa que las leyes que aun hoy se aplican en los civilizados estados unidos bajo el cielo de Dios Nuestro Señor en de América de Norteamérica (y otros muchos, demasiados, todavía) en los que se castiga con la pena de muerte? ¿se rigen bajo los mismos presupuestos las leyes de esos estados avanzados y civilizados que las de la mafia?
Buff... ¡qué rallada, ¿no?!
7 comentarios:
Si señor, una rallada en toda regla pero digame al final ¿quién era el asesino?
A veces tendemos a confundir no creer en nada con no creer en la Iglesia.
Estoy segura de que algo hay después de la muerte
no tengo muy claro el que, pero no tengo miedo, no soy mala persona y suelo ir de frente, así que aúnque lo único que existiese fuese el cielo de los católicos seguro que dirían anda Marian pasa y toma un café con nosotros mientras nos cuentas las últimas de tus mellis.
Yo solo tengo miedo a irme a "ese sitio" antes de que mis hijos sean mayores y tengan su vida encauzada.
Eso sí es un miedo atroz.
El asesino era el confesoro, vaya a por él.
¡Ojo! que yo no confundo nada, digo que para creer en que uno es consciente de su propia muerte tiene que creer en el alma y en que se es capaz de sobrevivir al cuerpo. Eso no es patrimonio de ninguna iglesia; eso se sabe que lo lleva pensando el hombre desde los neardenthales, que ya hacían sus ritos funerarios. A partir de ahí todas las civilizaciones conocidas, de una forma u otra y hasta hoy han seguido creyendo en eso. Hasta hoy.
Hoy es cada vez habitual, en los paises más "avanzados" un falta de fe todo muy extendida.
Falta de fe hasta de uno mismo, tiene razón.
Supongo que estamos perdiendo muchas cosas en nuestro camino hacia "el progreso", ufff daría para mucha charla este tema.
Le dejo que mis fieras quieren merendar.
Su entrada se las trae porque en el fondo parece que pregunta qué es la justicia... y eso es algo muy dificil de definir... pues a veces la justicia es algo casi relativo...
Y la que no quiere rallarse ni rallar, soy yo.
Sólo sé que la pena de muerte, me parece algo horrible. Matar a un asesino, lo único que hace es degradarnos... aunque satisface la sed de venganza.
Pero tras la venganza, ¿hay felicidad o paz? Creo que no. Tras la venganza, sigue el rencor porque la venganza no elimina el dolor...
Qué interesante esa reflexión, y qué peligro tienes, sabes identificar dónde duele más la venganza..;-) jajaja
Eso es más bien del código de Amurabi.
Pero yo estoy más a favor o del perdón o, justo, del otro extremo: toda una vida de penurias y trabajos pesados y dolorosos sin la más mínima esperanza.
Eso es el infierno de Dante: Abandonad toda esperanza.
Sr. Chirly, tiene usté algo que objetar a mis actuaciones?
El don siempre ha estado encantado con mis trabajos...
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