No te entiendo. De veras.
No se qué quieres de mí.
No te gustaba mi forma de vestir.
Tiré todo el armario, y me gasté la extra en ropa que, a tu juicio, era adecuada.
Mis lecturas, dijiste, eran vanas y folletinescas. A la hoguera.
Cambié de aspecto. Mis gafas al aire fueron a tomar vientos. Unas de pasta ocuparon mi nariz. Mi barba arreglada dejó paso a una perilla perfectamente recortada. Mi pelo, habitualmente corto, hubo que dejarlo crecer, formando crestas indómitas y bucles bulliciosos.
Al menos el sexo era bueno, placentero. Aunque tuviera que amoldar mi forma de hacerlo, y mis gustos, a los tuyos.
Vinilos en perfecto estado fueron reemplazados por discos digitales de basura “del momento” que te gustaban a ti. Al menos tuviste la decencia de no tirar mi colección de vinilos firmada por mi grupo favorito. Aunque cuando me enteré de que los vendiste en el mercadillo, eso me cabreó de un modo fenomenal.
No encontraste los singles originales en vinilo de 45 rpm. ni las primeras ediciones firmadas de mi autor favorito (jódete guarra, jaja, un tanto para mí)
Dejé de ver a mis amigos. No eran suficientes para ti. Eran mejores los tarados de tus colegas.
Perdí mi trabajo. Me comiste el tarro (entre otras cosas), y fui a cantarle las cuarenta al jefe. Para chulo yo. Le canté las cuarenta en bastos. Él decidió coger el basto y saltarme los dientes. No me dio ni finiquito, por imbécil.
Cambié mi descapotable (convertible, lo llamabas) por un compacto alemán, de esos que salen tropecientos al día, como si fueran tostadas, todos iguales.
Aún recuerdo tu sonrisa lobuna, el brillo indecente de tus ojos cuando me dijiste que no te gustaban mis padres. – No nos convienen, cariño. No nos entienden.-
No recuerdo cómo apareció, de pronto, el papeleo en tus manos. Cosas que yo no sabía que existían. Propiedades. Títulos valor. Yo sólo te veía a ti. Sólo me veía en ti.
No consigo acordarme de mucho más. Sólo de que el calor que noté en mi cara me hizo tomar presencia de lo que ocurría (tan cerca estaba que se me chamuscaron las pestañas.) No puedo quitarme aún el olor a gasolina de las manos. Lo llenaba todo.
Pero el que martillea mi mente es el de la sangre. Ignoro por dónde empecé. Lo cierto es que, a mis pies, tenía varios metros de intestino delgado, perfectamente enrollados. El hígado, aún caliente, estaba al lado. Parte del ennegrecido pulmón reposaba entre el intestino. Apreté con tanta fuerza el cuchillo que me marqué la mano, aunque no se si fue cuando les mutilaba, antes de pegarles fuego, o cuando me rebané la lengua frente al espejo.
Ya voy mejor. No sangro, aunque el sabor metálico a veces aparece. La mano iba bien, hasta que me peleé en las duchas. Perdí dos dedos. El otro perdió la garganta. No saben si vivirá. Me castigaron varios días en el horno.
Hace mucho que no vienes a verme. ¿Ya no te gusto? ¿Algo te incomoda?
Lo malo de no tener lengua es que no te puedo llamar por teléfono.
Y que se me quedan restos de comida entre los dientes. Pediré un palillo al guarda.
¿Y si le pincho un ojo al guarda?
Con amor.
Yo.
No se qué quieres de mí.
No te gustaba mi forma de vestir.
Tiré todo el armario, y me gasté la extra en ropa que, a tu juicio, era adecuada.
Mis lecturas, dijiste, eran vanas y folletinescas. A la hoguera.
Cambié de aspecto. Mis gafas al aire fueron a tomar vientos. Unas de pasta ocuparon mi nariz. Mi barba arreglada dejó paso a una perilla perfectamente recortada. Mi pelo, habitualmente corto, hubo que dejarlo crecer, formando crestas indómitas y bucles bulliciosos.
Al menos el sexo era bueno, placentero. Aunque tuviera que amoldar mi forma de hacerlo, y mis gustos, a los tuyos.
Vinilos en perfecto estado fueron reemplazados por discos digitales de basura “del momento” que te gustaban a ti. Al menos tuviste la decencia de no tirar mi colección de vinilos firmada por mi grupo favorito. Aunque cuando me enteré de que los vendiste en el mercadillo, eso me cabreó de un modo fenomenal.
No encontraste los singles originales en vinilo de 45 rpm. ni las primeras ediciones firmadas de mi autor favorito (jódete guarra, jaja, un tanto para mí)
Dejé de ver a mis amigos. No eran suficientes para ti. Eran mejores los tarados de tus colegas.
Perdí mi trabajo. Me comiste el tarro (entre otras cosas), y fui a cantarle las cuarenta al jefe. Para chulo yo. Le canté las cuarenta en bastos. Él decidió coger el basto y saltarme los dientes. No me dio ni finiquito, por imbécil.
Cambié mi descapotable (convertible, lo llamabas) por un compacto alemán, de esos que salen tropecientos al día, como si fueran tostadas, todos iguales.
Aún recuerdo tu sonrisa lobuna, el brillo indecente de tus ojos cuando me dijiste que no te gustaban mis padres. – No nos convienen, cariño. No nos entienden.-
No recuerdo cómo apareció, de pronto, el papeleo en tus manos. Cosas que yo no sabía que existían. Propiedades. Títulos valor. Yo sólo te veía a ti. Sólo me veía en ti.
No consigo acordarme de mucho más. Sólo de que el calor que noté en mi cara me hizo tomar presencia de lo que ocurría (tan cerca estaba que se me chamuscaron las pestañas.) No puedo quitarme aún el olor a gasolina de las manos. Lo llenaba todo.
Pero el que martillea mi mente es el de la sangre. Ignoro por dónde empecé. Lo cierto es que, a mis pies, tenía varios metros de intestino delgado, perfectamente enrollados. El hígado, aún caliente, estaba al lado. Parte del ennegrecido pulmón reposaba entre el intestino. Apreté con tanta fuerza el cuchillo que me marqué la mano, aunque no se si fue cuando les mutilaba, antes de pegarles fuego, o cuando me rebané la lengua frente al espejo.
Ya voy mejor. No sangro, aunque el sabor metálico a veces aparece. La mano iba bien, hasta que me peleé en las duchas. Perdí dos dedos. El otro perdió la garganta. No saben si vivirá. Me castigaron varios días en el horno.
Hace mucho que no vienes a verme. ¿Ya no te gusto? ¿Algo te incomoda?
Lo malo de no tener lengua es que no te puedo llamar por teléfono.
Y que se me quedan restos de comida entre los dientes. Pediré un palillo al guarda.
¿Y si le pincho un ojo al guarda?
Con amor.
Yo.
10 comentarios:
Uff... esa foto a estas horas, tomándome el café me ha matado...
El texto crudo, duro y muy bueno. Hay personas que nos hacen perder la razón. Normalmente para bien. Otras veces, para mal, para muy mal...
!Ya es viernes!
Hola Rocío,
Pues sí, por fin es viernes... ya estoy saboreando las cañejas nocturnas...
El texto, pues llevaba varias horas dandole vueltas, y asín quedó...
A veces me sale una ligera desviación macabra, que le vamos a hacer...
"Ligera desviación macabra".
Cuando sea una "fuerte desviación" avísame, que me aparto. Eso tiene que salpicar.
Muy bueno.
Buen día Chirly...
No sabéis qué cara tenían ayer mis compis mientras buscaba la foto del post, y la que he puesto ahora en mi perfil...
Lo flipaban. Además ninguno conocen mis ocasionales tendencias macabras (siempre en escritos, eh, no se me asusten...)
Buff, es que da un repelús la foto... Y encima con el Joker macabro que te has puesto en el perfil... Parece ésto viernes 13...
Ya ves, Rocío, hay veces que me dan estos aires...
(tanto leer cosas sangrientas, y tanta peli de miedo hace que tenga algo oscuro y cloacal que, a veces, rezuma un poco...)
Joder Rocco, menuda foto y menudo texto... la foto un poco desagradable y el texto no está mal la verdad, pero como dice Chirly, eso de ligera desviación macabra habría que entrecomillarlo. Debes ser un aficionado de las películas de Saw supongo. A mí lo que más me desagrada de ese tipo de películas, no es la película en sí, sino pensar a qué tipo de mente se le pueden ocurrir esas cosas.
Pues ten cuidado, Aprendiz, ha quedado ampliamente demostrado uq Rocco es poseedor de ese tipo de mente a la que se le pueden ocurrir esas cosas...
Y yo paseándome tan inocentemente por aquí...
Tranquila, Aprendiz. No suelo dar rienda suelta a estos ocasionales brotes de imaginación...
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