sábado, 17 de octubre de 2009

EL CUENTO DEL ARTISTA (parte primera)

Hace muchos años vivían unos cuantos poderosillos de provincias: empresarios varios, constructores, alcaldes, incluso ¡un presidente de la junta de Castilla y León!, que eran comedidos en todo excepto en una cosa: estaban muy preocupados por tener algún importante artista a su sombra. Un día escucharon a un charlatán llamado Cristóbal decir que él era el gran artista que buscaban - ¡Mirad mi barba blanca y mis canas, además voy todo vestidito de negro!- decía. - Este gran artista que tenéis ante vosotros,- añadió,- tiene además la especial cualidad de resultar un burdo farsante sin trayectoria alguna ni mérito real a los ojos de cualquiera que sea estúpido o incapaz para su cargo. Por supuesto, no había gran artista alguno sino que el pícaro hacía como había hecho por encargo grandes obras de arte siempre en lugares remotos y para instituciones importantes, pero que en realidad no se las habían encargado; las había "regalado" él, en ocasiones empeñando hasta sus cejas, y en las más de las veces muy a pesar de dichas instituciones.

Sintiéndose algo nerviosos acerca de si ellos mismos serían capaces de ver al gran artista como tal o no, los constructores, empresarios y politicastros enviaron primero a algunos de sus hombres de confianza a verlo. Evidentemente, ninguno de ellos admitieron que eran incapaces de ver al gran artista y comenzaron a alabarle. Toda la región había oído hablar ya del fabuloso artista y estaban deseando comprobar cuan estúpidos eran sus governantes y poderosos.

El estafador hizo como que les presentaba grandes obras de arte con las que inundar plazas y avenidas de las ciudades de aquella región y ellos accedieron a darle lo que pedía para hacerlas sin admitir que eran demasiado ineptos o estúpidos como para poder ver que todo aquello era una puta mierda.

Todos los medios de comunicación alabaron enfáticamente al gran artista temerosos de que sus vecinos se dieran cuenta de que ellos tampoco podían ver aquella basura.

Hasta que un día aparecieron por ahí el director del Reina Sofía, el del Guggenheim de Bilbao, y de ARCO y dijeron: - ¡Esto es una Puta Mierda! - El charlatán vio acabársele el chollo, pero como era muy listo urdió un plan.

3 comentarios:

Al Neri dijo...

Jejejeje, qué malo, aunque qué certero.

El Subdirector del Banco Arús dijo...

Lo del traje nuevo del emperador aplicado al ¿arte? viene como anillo al dedo. Sólo que ahora no eres hijo ilegítimo o tonto -versión suavizada- si no lo ves. Eres algo mucho peor: ¡un fascista!

Y claro lo mismo sucede si no aceptas los marimonios, el aborto y todas las burradas que la manada engulle a diario.

Chirly dijo...

Muy bien visto lo del fascista. Es el insulto que vale para todo y que invalida y anula toda credibilidad.